Me lo decía muchas
veces mi padre, cuando me veía tozudo y terco, no dando mi brazo a torcer,
insistiendo a pesar de que lo que estaba pretendiendo no salía, no sólo a la de
tres, es que ni siquiera a la de veinte.
Sí, a la de veinte.
Así es un servidor. Algunas cosas las he insistido más de veinte veces,
palabra. Comprendo que es demasiado, incluso para mí, pero así me nacieron o me
hice; creo que a partes iguales.
Hoy no tengo sino que
dar mi brazo por torcido y reconozco que es la última página, que no hay más.
Se acabó. Han ganado.
Tras la última
sentencia del TS sobre los asuntos “Garzón” no estoy cabreado; tampoco
indignado. Paso. Así de simple y de sencillo. Me he convertido en un pasante.
Por mí como si dicen misa(1) de ahora en adelante.
Tuve el honor de
compartir pupitre con ilustres compañeros en clases dictadas por el reverendo
padre José María Díaz Moreno SJ, en Derecho Canónico. Sí, canónico con ce. Pero
aprendí allí Derecho por un tubo. Me explico, no memoricé cánones del DC ni
artículos del Penal o del Civil. No. Aprendí que el Derecho está en sintonía
con la Justicia, o no es. Y que el sentido común, el recto proceder, y la
bonhomía eran la base de todo Derecho. De ahí a las leyes en concreto, no hay
más que un dejarse ir, como quien se asoma tanto al gran tobogán que la misma
inclinación y la suavidad de la pista le lleva en volandas más allá de los
doscientos metros. Nótese que el record está en doscientos cuarenta y seis, que
no es paja.
Luego me tocó
acercarme al Civil, Laboral y Mercantil, y fui preparado para comprender que
sea cual sea la circunstancia, el sentido común y el buen pensar, la bonhomía,
te lleva en volandas y a derecho.
Sospechaba que el
Derecho se puede aplicar torcidamente, y entonces pasa a ser simplemente
derecho; la Ley, leyes; y la Justicia, justicia. (De ahí que mi padre también
me dijera que en pleitos no me metiese, que ganara o perdiera, perdería
siempre). Pero nunca esa duda llegó a anidar en mí respecto del más alto
tribunal de la nación. Además me habían dicho que esa tan alta instancia no
sólo cierra todas las veredas que hasta ella confluyen, es que incluso ella
puede dictar jurisprudencia, que es como decir que no sólo aplica las leyes,
las crea. Era tal mi reverencia hacia aquel más allá de mi pequeña realidad,
que siempre confié en lo que dictase.
La vida, sin embargo,
me ha ido bajando los humos; los personales míos y los ajenos.
Aquellos siete
señorones(2), sentados en aquellos imponentes sitiales, medio metro
por encima del resto de los mortales, hieráticos mientras se hablaba, se
porfiaba, se acusaba, se defendía, se alegaba, se aportaban razonamientos…
ahora me parecen siete pequeñas personas, que cuando han hablado se han
reflejado a sí mismos; son tan humanos como yo. Se equivocan como yo. Se les
puede engañar como a mí. Se dejan utilizar como me dejo utilizar yo. Ahora
viene la pregunta: ¿seré yo capaz de prevaricar(3)? Ellos tengo por
seguro que lo han hecho(4).
¡Me rindo!
(1) La expresión coloquial “como si dices
misa” sirve, según el Diccionario de la Real Academia, para expresar el poco o
nulo interés de lo que otra persona pueda decir o hacer.
(2) Seguí todo lo que pude de los dos
juicios por la tele y online. Vista en perspectiva la Sala del Supremo, imponía
allá al fondo la imagen de los siete magistrados jueces en el ejercicio de sus funciones.
(3) Prevaricar es cometer un delito
consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez
o un funcionario. Pero también, y en desuso, equivale a desvariar, es decir, delirar, decir
locuras o despropósitos. Salirse del orden regular. Está claro que yo no puedo
cometer el delito, porque no tengo el nivel adecuado; ni soy autoridad, ni juez
ni funcionario. Pero desvariar…
(4) Mi seguridad es
subjetiva, por supuesto. Pero he de añadir que no consigo entender cómo pudo
darse unanimidad en la sentencia condenatoria, no sólo porque en la sociedad el
sentir estaba dividido, sino y especialmente porque en la sentencia absolutoria
no la hubo. ¡Ay que ver qué claro estaba! Lo dicho, desvariaron.
Ah, casi se me olvida. Me ha resultado muy interesante la lectura de esta página. No es muy larga y se lee en poco tiempo.
Ah, casi se me olvida. Me ha resultado muy interesante la lectura de esta página. No es muy larga y se lee en poco tiempo.
Querido Míguel, como sabes, de leyes entiendo nada, pero Bernardo si, y dice que el asunto está, en que pese a que nos duela, el procedimiento del Juez Garzón no se hizo correctamente, como yo no entiendo nada , me lo explicó así " es como si un Catedrático de Literatura, corrigiera un examen a un alumno, y al hacerlo escribiera su texto con una falta de ortografía", si hubiera sido un profesor de escuela primaria, la falta no tendría repercusión, pero a un Catedrático no se le perdona y le quitan la Cátedra".
ResponderEliminarQue les ha venido bien la equivocación a unos cuantos y que los demás ya podemos despotricar lo que queramos, el asunto está así y como tu padre decía, así se ha de quedar.
A menudo no aceptamos la dureza de la realidad, nos sentimos abrumados y no tenemos ganas de seguir, pero una nube negra no es el cielo, tenemos que traspasar la nube y sentir el cielo que hay detrás. Después se vive de otra forma .
El día 9 me voy a Barcelona, estoy como una niña con zapatos nuevos, tengo ganas de conocer a la buena gente que está por las ondas compartiendo palabras, besos y abrazos.
Para ti todo mi cariño.
No, Laura, no se trata de que a un profesor se le haya escapado una falta de ortografía; es que le han acusado de haberlo hecho “adrede”. Le han condenado porque han dado por hecho que ha actuado con “malicia” en el ejercicio de su deber. “Torticeramente”, eso han dicho sin emplear la palabra.
ResponderEliminarY a Bernardo dile que no te cuente mentiras. Hay abogados que participan de un cierto corporativismo que no huele demasiado bien. En este caso concreto, transciende.
Que lo paséis bien en Barcelona. Saluda a las personas conocidas.