Escobillas: la rota y la nueva |
Harto de que me
dijeran en el servicio técnico correspondiente que la batidora no tenía
arreglo, mi última adquisición fue una profesional. No digo la marca para no
desacreditar a la organización empresarial/comercial. Pero sí diré que no es una nadería de las que venden para hacer simple batiditos, sino una trituradora de 850 w, que rompe y muele lo que pilla; o sea, una máquina de una pieza, no un juego de cocina. Me sirve para hacer pulpa los membrillos, las ciruelas, los higos o lo que se tercie que me regalen, y para hacerme la cena, que ya he explicado hace algún tiempo cómo es, de qué se compone y cómo va todo en crudo y al natural. Ya digo, esta máquina es infernal.
La maquinita ha funcionado
a la perfección unos cuantos años, no demasiados, hasta que en vísperas de
Navidad hizo crac y se paró. Como no está lejos de mi casa la tienda de
reparaciones, cogí la bici y me fui. ¿Tiene arreglo? ¡Cómo no! Seguro que será algún contacto. Y me citaron
para la semana siguiente.
Adquirí otra, de otra
marca mucho más sonora, para hacerme el avío, y esperé. Cuando fui a recoger la averiada, me
responden que el motor está roto y no tiene solución.
Con las mismas, ya en
casa, cojo alicantes, martillo y destornillador y la destripo, pero con
cuidado. Todo está impecable. Continúo el desmontaje y llego al límite, donde
todo está sellado o remachado y sólo se puede continuar haciendo destrozos
irreversibles; ahí me paro.
Si todo está bien
hasta aquí, me digo, el fallo tiene que estar en las escobillas. Paso a
investigarlas, y en efecto, una de ellas se ha roto y no llega hasta el fondo,
con lo que no hay conexión eléctrica. Desmonto las dos y compruebo que están
muy desiguales, y que una de ellas tiene apariencia de rotura.
Aquí tiene que estar la
avería.
Las escobillas de un
motor eléctrico son una cosa muy simple, como la mina de una lapicera: un trozo
de grafito que conduce la electricidad hacia el rotor, el inducido. Entonces
éste se pone a girar y ahí está el quid de la cuestión.
Vuelvo a coger la
bici y empiezo el recorrido ciudadano por tiendas de electricidad y de
herramientas industriales. Llevo de la mano la escobilla sana, porque no es
plan de coger cualquier modelo y luego estar trabajando con la lima hasta dar
con la medida.
Se repite la escena
una y otra vez: el dependiente mira el objeto que le enseño y sopla, en un
gesto que denota cosa imposible de encontrar. Uno va y me dice que habría que
mirar en el cajón, por ver qué es lo que queda como resto. Y al final alguien
por detrás de mí comenta: eso ya no se encuentra, ahora se tira y se compra un
motor nuevo.
Por último en el
servicio oficial de otra marca me regalaron una batidora estropeada para que la
destripara y aprovechara, si podía, las escobillas del motor. Tendrá que
serrarla, porque se montan en caliente y queda el plástico sellado. No tienen
reparación, me dijo. Y desde luego la marca susodicha tiene muy alto renombre,
y es alemana para más señas. Pero me vio tan dispuesto a hacer de trabajador
manual que me ofreció esta alternativa: al fin sólo se trata de algo muy
sencillo pero que ya no se hace, dijo al despedirme.
Entonces se me
encendió la bombillita, y recordé que hace más de veinte años me ocurrió algo
semejante con otro motor, ya no caigo en la cuenta de qué aparetejo, si
doméstico o salvaje. Y que me chivaron que en Las Delicias había una tienda en
la que había tooooooodo tipo de escobillas. Di entonces con ella y solucioné el
problema. Pero ahora, me decía, Antolín estará jubilado y disfrutando de sus
nietos y aquella tienda será un bar o una oficina inmobiliaria o estará por
arrendar o…
Enfilé con la bici
para las afueras y casi al atardecer de la víspera de reyes di con la tienda de
Antolín, en la Calle Arca Real 42. Allí estaba, tal cual la conocí cuando yo
tenía el pelo oscuro.
Entré, saludé, saqué
la escobilla y la mostré. Antolín cogió, midió, fue a un estante y volvió con
un par de escobillas nuevecitas. Cinco con cero tres, cinco euros el juego,
dijo.
Luego dialogamos un
rato, y recuerdo que le dije que debía colocar un anuncio suyo en la plaza
mayor, para que se supiera que los motores tenían reparación y que aún se
podían encontrar escobillas en el mercado. Por toda respuesta, sonriendo me dijo
que para qué.
Batidora reparada y escobillas |
Ahora tengo dos
batidoras en uso, una vieja en perfectas condiciones y otra nueva en reserva.
Una escobilla nueva de repuesto y la seguridad de que Antolín sigue abierto y
en plena actividad, aunque en el gremio de la electricidad no interese
demasiado que los motores eléctricos los pueda reparar cualquier mindundi como
yo.
Eres la primera persona que conozco que no se resigna a lo de la "obsolencia programada". :)
ResponderEliminarUn beso.
¡Cómo vamos a someternos a esa exclavitud! Si lo consintiéramos, hasta los seres humanos seríamos programados.
ResponderEliminarQue la obsolescencia va en nuestra naturaleza está claro. ¡Pero no a fecha fija! Y aún así, de la muerte se sale, vaya que sí.
El reciclaje es una prueba de ello, aunque sea de tejas para abajo. De tejas hacia arriba… pienso que también.
Tampoco tú te resignas, ¿a que no?
Hombre, en lo existencial no...pero en lo material manejo bien las tijeras y el pegamento de barra, por exigencias de la profesión. Si a mi me dice todo un señor reparados de cacharros que la batidora no tiene arreglo me limito a jurar en arameo un rato y a comprarme otra. Para eso hay que valer...admirada me tienes!! :)
ResponderEliminarPero eso te puede ocurrir porque tu mamá no te dejaría como a mí desmontar cosas, como planchas eléctricas, tenazas de hacerse rizos, braseros de los de resistencia de muelle, ollas exprés, etc.
ResponderEliminarEra el destripador oficial de todo lo que no funcionara. La mayoría, para tirar. Pero alguna funcionó. ;=)
jajajajajaja, en efecto, no me dejaba...
ResponderEliminarNo sabía que también tenías vocación de relojero para todas esas cosas. Me ha gustado mucho tu tenacidad, esa forma de no tirar la toalla. Tengo algunos hermanos así, y los admiro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero que estés bien y que tengas un buen año.
PD. Me gustó tu entrada sobre los reyes, y sobre que pedir, siempre lo mejor de todo es gratis.
Carmen, ¿nunca tuviste curiosidad por desarmar una muñeca para ver qué tenía dentro? ¡Cachis! Te perdiste una clase práctica de naturaleza.
ResponderEliminarEncarni, si tienes el ejemplo tan cerca algo te tocará también a ti. No lo disimules, que en tu blog rezuma por las costuras…
Estoy bien, salvo una pequeña gripe que me ha cazado aviesamente. Pero la estoy controlando.
Gracias por tu visita. Que también a ti el nuevo año te sea propicio.
¡¡Bien hecho Míguel!! Eres un hacha. Con los muelles pasa algo parecido. ¡¡madre mía para buscar un muelle concreto!! menos mal que en la ronda de Atocha hay una tienda dedicada exclusivamente a toda clase de muelles, pero todos los que te puedas imaginar del mundo mundial.
ResponderEliminarBesos y que te dure otros tantos años, como mínimo, esa batidora maravillosa.
Julia, ¿dices que en Atocha tienen muelles? Cualquier día de estos me voy a echar un ojo, porque eso sí que se me resiste; nunca consigo el alambre acerado adecuado ni darle la forma necesaria. Me salen churros, aunque funcionen.
ResponderEliminarY sí, en un comentario mío en este post he metido una X donde no corresponde. Me condeno a la pena de escribir cien veces "Esclavitud se escribe sin equis". Ya sólo me faltan noventa y nueve. Antes de cenar lo hago.