A este paso no te
morirás jamás, fue su comentario tras mirar detenidamente los papeles con el
resultado del análisis.
Fue esta mañana, en
la consulta de mi médica favorita, Milagros, de la SS. Es la rutina que todos
los años manda que me haga para controlar el colesterol, y resultaban unas
cifras de libro. Estás como una moto, fue el remate que le dio a su comentario.
Y yo, recordaba un
relato que no hace mucho leí en alguna parte, que trataba de un hombre a quien
le fue concedido tener una vida muy larga. Vio morirse a sus amigos, enviudó,
también fue perdiendo hijos, uno tras otro; los nietos también se fueron, un
poco más tarde, claro. Conoció cambios de gobierno, derecha, izquierda, centro.
Las innovaciones y los progresos de las ciencias pasaron raudos y veloces. Leyó
libros, visitó lugares, recorrió territorios, tuvo noticias de guerra y de paz,
sobrevivió a crisis y a tiempos de desarrollo, enterró a muchos seres queridos.
Al final de mucho
tiempo, sólo ansiaba que su vida terminara.
Pero no le dije nada
a mi doctora, Milagros. Sólo sonreí, tontamente. Parece ser que el nivel que me
debiera corresponder por simple estadística, a tenor de mi edad y
circunstancia, era estar achacoso, con la tensión alta, el colesterol por las
nubes, el peso ni te cuento y mi cintura tipo barrica de madera de roble;
agotarme ante cualquier esfuerzo, andar a pasitos, nada de subir escaleras; y
de la bici o de nadar, rien de rien.
Sin embargo, la
espirometría me da que tengo una juventud eterna, y que no corro ningún peligro
tanto si salto a la pata coja como si persigo a Gumi cuando tiene ganas de
enredar. Que mi corazón bombea como siempre lo ha hecho, y que mi próstata aún
verdea como en mis catorce abriles.
Sólo le respondí que
tenía mal la dentadura, y que últimamente me estaba dando más guerra que en
otras épocas de mi vida. Claro que la herencia materna pesa, vaya si pesa. Y me
ha tocado a mí, que mi hermano heredó la buena.
He estado todo el día
dándole vueltas por ver si recordaba esta historia, o cuento, del hombre que no
conseguía morirse, pero no logro dar ni con el título, ni con el autor, ni con
el relato. ¿Será que me lo he soñado?
Eso sí sería para mí
síntoma de vejez, que recordara sueños. Pues resulta que aún no es hora.
Pues fíjate que yo siempre he pensado al leerte que sobre todo eres una persona muy sana. Ahora resulta que también físicamente...:)
ResponderEliminarLa salud física resulta bastante más fácil de mantener y conservar que la otra. Sólo hay que mirar las etiquetas de los alimentos y elegir. Eso mismo es mucho más complicado hacerlo cuando se trata de la mental. Las fintas, los saltos, las carreras y otras artimañas gimnásticas no consiguen librarle a uno de tanta intoxicación informativa y formativa.
ResponderEliminarPero estoy en ello, Carmen, y suelo contar con alguna ayuda, no precisamente angélica. ;=)
Muy bien, tú ya sabes qué. Hala a seguir así de sano.
ResponderEliminarBesos