San Esteban, protomártir




La parroquia de mi pueblo está dedicada a San Esteban, el primer cristiano mártir.  Con todo respeto hacia los demás pueblos y sus santos, no puedo dejar de indicar la importancia de tener a este ser humano como titular. Podría aducir muchas razones, pero como no soy dado al apabulle del contrario, sólo aportaré dos:
1. Fue elegido democráticamente.
2. Su elocuencia fue tal, que está recogido su último, y al parecer único, discurso en el Libro de los Hechos de los Apóstoles que, lejos de limitarse a citarle, le dedica casi tres capítulos enteros.
Palabra que digo la verdad. Hela aquí:
6 1Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. 2Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron:
-«No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. 3Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los nombraremos para este cargo; 4mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra».
5Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6los presentaron a los apóstoles, e hicieron oración y les impusieron las manos.
7La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe.
8Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. 9Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban; 10pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11Entonces instigaron a unos hombres que dijeran: «Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». 12De esta forma amotinaron al pueblo, a los ancianos y escribas; vinieron de improviso, le prendieron y le condujeron al Sanedrín. 13Presentaron entonces testigos falsos que declararon:
-«Este hombre no para de hablar contra el Lugar Santo y de la Ley; 14pues le hemos oído decir que Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido».
15Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
7 1El Sumo Sacerdote preguntó:
-«¿Es así?».
2Esteban respondió:
-«Hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de que se estableciese en Jarán 3y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te muestre. 4Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Y después de morir su padre, Dios le hizo emigrar de allí a esta tierra que vosotros habitáis ahora. 5Y no le dio en ella en heredad ni la medida de la planta del pie; sino que prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, aunque no tenía ningún hijo. 6Dios habló así: Tus descendientes residirán como forasteros en tierra extraña y les esclavizarán y les maltratarán durante cuatrocientos años. 7Pero yo juzgaré -dijo Dios- a la nación a la que sirvan como esclavos, y después saldrán y me darán culto en este lugar. 8Le dio, además, la alianza de la circuncisión; y así, al engendrar a Isaac, Abrahán le circuncidó el octavo día, y lo mismo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9Los patriarcas, envidiosos de José, le vendieron con destino a Egipto. Pero Dios estaba con él 10y lo libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría ante Faraón, rey de Egipto, quien le nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. 11Sobrevino entonces en todo Egipto y Canaán hambre y gran tribulación; nuestros padres no encontraban víveres. 12Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres una primera vez; 13la segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos y conoció Faraón el linaje de José. 14José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su parentela que se componía de setenta y cinco personas. 15Jacob bajó a Egipto donde murió él y también nuestros padres; 16y fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que compró Abrahán a precio de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquem.
17Conforme se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abrahán, creció el pueblo y se multiplicó en Egipto, 18hasta que se alzó un nuevo rey en Egipto que no se acordó de José. 19Obrando astutamente contra nuestro linaje, este rey maltrató a nuestros padres hasta obligarles a exponer sus niños, para que no vivieran. 20En esta coyuntura nació Moisés, que era hermoso a los ojos de Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre; 21después fue expuesto y le recogió la hija de Faraón, quien le crió como hijo suyo. 22Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios y fue poderoso en sus palabras y en sus obras.
23Cuando cumplió la edad de cuarenta años, se le ocurrió la idea de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24Y al ver que uno de ellos era maltratado, tomó su defensa y vengó al oprimido matando al egipcio. 25Pensaba él que sus hermanos comprenderían que Dios les daría la salvación por su mano; pero ellos no lo comprendieron. 26Al día siguiente se les presentó mientras estaban peleándose y trataba de ponerles en paz diciendo: “Amigos, que sois hermanos, ¿por qué os maltratáis uno al otro?” 27Pero el que maltrataba a su compañero le rechazó diciendo: “¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? 28¿Es que quieres matarme a mí como mataste ayer al egipcio?” 29Al oír esto Moisés huyó y vivió como forastero en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
30Al cabo de cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, sobre la llama de una zarza ardiendo. 31Moisés se maravilló al ver la visión, y al acercarse a mirarla, se dejó oír la voz del Señor: 32“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob”. Moisés temblaba y no se atrevía a mirar. 33El Señor le dijo: “Quítate las sandalias de los pies, pues el lugar donde estás es tierra santa. 34Bien vista tengo la opresión de mi pueblo que está en Egipto y he oído sus gemidos y he bajado a librarles. Y ahora ven, que te enviaré a Egipto.
35A este Moisés, de quien renegaron diciéndole: ¿quién te ha nombrado jefe y juez?, a éste envió Dios como jefe y redentor por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36Éste les sacó, realizando prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años. 37Este es el Moisés que dijo a los israelitas: Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos. 38Este es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas; 39este es aquel a quien no quisieron obedecer nuestros padres, sino que le rechazaron para volver su corazón hacia Egipto, 40y dijeron a Aarón: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él. 41E hicieron aquellos días un becerro y ofrecieron un sacrificio al ídolo e hicieron una fiesta a las obras de sus manos. 42Entonces Dios se apartó de ellos y los entregó al culto del ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas:
¿Es que me ofrecisteis víctimas y sacrificios
durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel?
43Os llevasteis la tienda de Moloc
y la estrella del dios Refán,
las imágenes que hicisteis para adorarlas;
pues yo os llevará más allá de Babilonia.
44Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la hiciera según el modelo que había visto. 45Nuestros padres que les sucedieron la recibieron y la introdujeron bajo el mando de Josué en el país ocupado por los gentiles, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, hasta los días de David, 46que halló gracia ante Dios y pidió encontrar una Morada para la casa de Jacob. 47Pero fue Salomón el que le edificó Casa, 48aunque el Altísimo no habita en casas hechas por mano de hombre como dice el profeta:
49El cielo es mi trono
y la tierra el escabel de mis pies.
Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificaréis?
O ¿cuál será el lugar de mi descanso?
50¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
51¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como fueron vuestros padres así sois vosotros! 52¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; 53vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado».
54Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
55Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; 56y dijo:
-«Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.
57Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; 58le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. 59Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación:
-«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
60Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz:
-«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y diciendo esto, se durmió.
8 1Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. 2Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. (Hechos 6-8, 3)

El caso es que a mí no me bautizaron en la parroquia, porque tuve bula y se me concedió que fuera en la iglesia de la Virgen de los Ángeles, situada justo a la otra parte del pueblo, y también casi en los límites del caserío.
No me hubiera importado absolutamente nada que no me hubieran concedido este privilegio, porque el templo parroquial es cuasi catedralicio. Cierto que es algo más moderna, pero su consistencia no ofrece la menor duda: esa es la parroquia. Puede consultarse http://www.castromocho.com/san_esteban.html y comprobar lo que estoy diciendo.
Le traigo a colación porque hoy, 26 de diciembre, es su fiesta. Y si el santoral sitúa a San Esteban al día siguiente de Navidad, digo yo que algo querrá indicarnos.
Aprovecho la ocasión que me brinda San Esteban para echar un “speech” de mi cosecha. Corren tiempos en que muchos largan a sus anchas lo primero que se les ocurre, o lo que han reflexionado largamente, que también; y lo hacen en el ejercicio de su correspondiente derecho a expresarse libremente. Digan lo que digan, no suele pasar a continuación nada de nada, salvo que alguien se sienta injuriado y entable la consiguiente querella. Pero no suele ser así, salvo en las cosas esas de los cotilleos de la tele y demás.
Normalmente cuando se larga de esa forma, la cara se le pone a uno de cemento, y ni se inmuta ni se desdice cuando se le indica o sugiere que miente o que fantasea o que está injuriando…
San Esteban sabía muy bien que se la estaba jugando, a vida o muerte. Y apostó, echándole bemoles al asunto. Le mataron, por supuesto, pero él hizo lo que tenía que hacer, y dijo lo que había que decir.
Ahora recordamos a Esteban, desconocemos los nombres de sus asesinos y a un tal Saulo se le tiene en cuenta sólo y únicamente porque fue capaz de aprender algo de todo aquel asunto.

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