Confieso que he vivido


El título es para despistar, no tiene nada que ver con el contenido de esta sopa, que tampoco sé de qué está hecha.
En mi blog estoy aproximadamente por la entrada setecientos y pico, y nada ni nadie me ha advertido de que tenga límite para publicar. Publico cuando me peta, porque tengo algo que decir o simplemente a resultas de un cabreo, una alegría o alguna circunstancia que me pasa cerca.
Lo que está ocurriendo en esta sopera, con esa advertencia encima de la testa, avisando de lo que falta para el fin, no me parece de recibo. Sírvase pues, quien corresponda, dar razón o razones, porque escribir en tales circunstancias se asemeja demasiado a aquellas épocas en que había censura, y o bien te borraban a continuación, o te callaban antes de abrir la boca, o sencillamente te la cerraban de un guantazo.
Y eso no está bien. Nada, nada bien.


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”
¿Continuará…?
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Yo creo que sí. Y ruego, encarecidamente a la persona o personas administradoras de este blog que retiren ese cartelito, que sólo dice lo que blogger indica en la configuración de entradas: que si se selecciona entradas por día, se pueden visualizar hasta 500. Ese límite es diario, no significa que un blog esté limitado. A las pruebas me remito.

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