¡Uy! ¡Qué membrillos más pequeños!
Claro, no los riegas, y así están, ¡pobres!
Fue una catequista
quien lo dijo, mientras esperábamos empezar la primera reunión de curso.
Nada dije,
simplemente me encogí de hombros. Posiblemente nunca regué como este año el
jardín, tan seco como va el año. Hace dos no tuve cosecha, y el año pasado
fueron muchos los frutos, pero sólo medianos de tamaño. Tengo ejemplos para
poner y reponer; no hay regla a qué agarrarse.
Una cosa es segura:
los membrillos que da el arbolito que se esconde entre mis lilas, -por cierto
es el único que permanece de todos los que me encontré cuando llegué-, nunca
han sido grandes, pero qué olor…
El caso es que como
soy tan particular, a todo lo doy vueltas, y a esto también. Y llego dos días
pensando qué más tendría que hacer yo por el membrillo que no haya hecho. ¡Si
aún está vivo a pesar de todos los pesares!
El caso es que hoy en
la eucaristía, Jesús termina en el evangelio con una frase que le zumban los
perendengues: «El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a
ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo
digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá;
al que mucho se le confió, más se le exigirá».
No sé por qué, al
terminar me dio por hilvanar estas palabras con los membrillos, y corrí con la
cámara a sacarlos. Ya no había luz suficiente, y el flas no los mejora,
¡pobres! Así que esos frutos tan poco lucidos son la causa de mi reflexión en
este momento de la noche, ya tarde.
Claro que tampoco
pasa nada si el pobre árbol da lo que da. Abonado, escabuchado, regado, y en un
jardín patio donde la chiquillería corre a sus anchas tanto al salir como al
entrar, a sus más de treinta años y con el tronco amuermado por avispas y
bichejos barreneros, cualquiera estaría jubilado, menos él, que ahí sigue,
dando fruto.
No habrá dado mucho a
lo largo de su vida, pero ha dado de sí tanto o más de lo que ha recibido. Y
eso tiene mérito. ¿Habrá quien ahora le pida cuentas?
Yo, no.
Solo con leer tu blog, uno se da cuenta de como eres... tu árbol de membrillo, ya puede tener achaques, pero a el, nada le espanta.
ResponderEliminarCada año hago dulce de membrillo y que bueno esta con queso!
Un abrazo
Los que tengo aquí también son pequeños, Vicent dice que no los entresaco, que cada rama tiene que tener dos o tres, pero a mi me gustan así, como están. Todos los años hago dulce de membrillo , este no sé si lo haré; hoy viene Julia si ella me ayuda quizá hagamos, he hecho mucha conserva y estoy un poco cansada del ajetreo; de todas maneras, si se caen dan abono al árbol, así que nada está perdido.
ResponderEliminarEn lo de ayer, ¿porque no te planteas poner la misma barrera con otro tipo de macetas?, por ejemplo cipreses, son resistentes y crecen rápido, bueno tu verás.
Besos, me voy a Villena a por Julia.
Pues a mi me parecen unos frutos estupendos.
ResponderEliminarEs una suerte tenerlos....y disfrutarlos despues en conserva.Y ha sido un arbol generoso, este es su merito.
Nosotros somos altos, guapos, rubios, inteligentes,... y los membrillos son pequeños. ¿Y si en lugar de mirar a los membrillos para criticarlos, lo hiciéramos para alabarlos? A mi no me salen membrillos de los brazos todos los días, ni aceitunas, ni uvas,... eso es cosa de las plantas. ¿Y si empezáramos a ponernos alguna pega al mirarnos al espejo en lugar de criticar a los pobres membrillos?
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