El plazo que me di el otro día para practicar la vuelta americana decidí ampliarlo, y de siete lo aumenté a diez días. Este cambio de criterio ha estado motivado porque el fin de semana pasado cerraron la piscina del Matadero; una competición organizada por la federación regional de natación con atletas -resulta que también existe que no me la invento- nos desplazó a usuarios de todos los sexos, edades y condición a donde mejor nos viniera. A mí me interesó ir a la de Huerta del Rey, que es más pequeña y en según qué momentos las seis calles están ahítas de braceadores. En esas circunstancias tratar de ejercitarte en algo que requiera estar relajado y sin miedo a dar ni a que te den se hace un poquillo complicado.
Esa fue la razón para cambiar el programa. Y ha resultado muy bien. La primera semana apenas conseguía hacer alguna vuelta correcta. O me quedaba lejos de la pared y no llegaba con los pies para apoyar el empuje; o me quedaba corto, y el culo quedaba justo pegado a ella y los pies por encima del agua. En fin, un desastre.
Pero a partir del jueves empezó la cosa a rodar algo mejor. Conseguía acercarme despacito al muro y calcular al poco más o menos donde meter la barbilla contra el pecho para que el giro fuera sin esfuerzo, suavecito. Aún tenía que mover algo los brazos a modo de molinete para girarme.
Hoy puedo decir que en el décimo día de estar intentándolo, y tras… esperad que calculo… 534 veces girando, puedo decir y digo que estoy preparado para un examen de ingreso en la escuela popular de natación. Ya me sale.
Pero eso no es todo, qué va. He comprobado que realizando la vuelta americana, incluso deficientemente, se gana tiempo, mucho. Un ejemplo: mi serie diaria de 25 largos dobles me llevan casi treinta y cinco minutos, realizándola con el apoyo en la pared que dios me daba a entender. Con la vuelta americana en ese mismo tiempo realizo 28. Es decir, recorro nadando 150 metros más.
Y hay más: no se pierde para nada el sentido de continuidad, el giro se realiza sobre la marcha, y la sensación de que el agua misma te lleva es alucinante. No quiero decirlo, me niego siquiera a pensarlo, porque ¿qué opinaría la gente de mí si me oyera decir que tengo sensaciones de pez? ¡Pues las tengo, en especial cuando salgo bajo el agua como un torpedo rebotado en la pared!
Por supuesto que esto no es más que el principio y que, por lo que veo que hacen chavalillos y chiquillas, aún me falta muuuuuucho para aproximarme a lo que debería ser. Pero me miro y me digo: “A qué vienen esas prisas, tienes toda la vida por delante. Tú nada y disfruta, y todo llegará, si es que ha de llegar”.
Y en esas estoy.
Desde aquí saludo a Emejota, que también goza en y con el agua, y a Anna, que decía que no pero va a ser que sí, y en el agua y con ella estoy seguro que va a encontrar una posible solución, y bien fácil y placentera, a algunos de sus problemas. Al tiempo.
Emejota te da la enhorabuena cum laude por esa vuelta americana y comunica que esta mañana se ha ligado un par de medusas en el mar que le han saludado a su manera y que en la piscina a partir de julio ya no se puede nadar a partir de las 12 de medianoche. Que la vuelta americana no cree que consiga hacerla mientras siga mareandose mientras practica y que tu mención temporal le ha recordado una de sus cancioncillas favoritas. Beso.
ResponderEliminarNo le des más vueltas...bueno la americana si...
ResponderEliminarSi me vieras como nado con un cinturon de flotador y solo de espaldas(es lo único que puedo hacer de momento)...pero sumergirme en la piscina es un placer.
Me pareció verte en una de las entradas de las fiestas de La Cañada, con sombrero y tirantes, el dia de la paella...estás delgado, yo te paso kilos que me sobran unos cuantos....
Recibe mis saludos.
Emejota, eso se pasa. Al menos a mí me ha ocurrido cuando volví obligado a nadar tras haberlo casi olvidado. A fuerza de practicar, y, sobre todo, de olvidarte de lo que estás haciendo y en dónde lo haces, el oído interno termina serenándose y desaparecen los mareos. Salvo que venga algún locatis y te pegue un meneo cuando menos lo esperes, que entonces puede ser que se desestabilice de nuevo el líquido y los dichosos pelillos de dentro.
ResponderEliminarYa lamento ese abrazo mortal medusiano, en la piscina no ocurre; tampoco tenemos otros alicientes. Vaya lo uno por lo otro.
La música fue un repente que me dio, tenía ganas de escuchar esa letra y el vozarrón de la Sosa. Un abrazo suavecito, nada gelatinoso…
Anna, quiá, no dejaré de hacerlo; le he cogido gustirrinín. Tengo mono de piscina, pero sin llegar al descontrol: tiempo medido, que hay más cosas que hacer. Entre pitos y flautas supone hora y media, y a veces ¡da una pereza ponerse en camino!
Sí, me sacaron desprevenido y no tuve tiempo de acicalarme. He perdido volumen y talla, pero no peso. De la 44 a la 42, por eso los tirantes, para no tirar pantalones y camisas.
Desde ahora en cada brazada que de te mandaré algún impulso, al fin y al cabo no estamos tan lejos; algo te llegará. Saludos.