De esta guisa ha mantenido el muy animal su cabreo conmigo durante toda la tarde. Y todo ha sido por no avisarle, creyendo que estaba dormido. ¡Como era la hora de la siesta! Pero no, que estuvo oyéndolo todo, y ni siquiera pudo asomarse a la ventana, porque su ama no la abrió.
Menos mal que a última hora me lo ha perdonado y se ha metido con todos en el corsa para ir a la piscina. Ahora mismo, le he vuelto a sacar de paseo y compruebo que no me guarda rencor. ¡Uf! ¡Menos mal! Esta noche y haciendo caso también de los sabios consejos de mi médica preferida, Toñi, dormiré a pierna suelta.
¡Hasta mañana!
Buenas noches en compañía de tan bella musiquita. Beso.
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