Se dice que todos somos necesarios, pero nadie es imprescindible. También se dice que se van los mejores, y aquí quedamos los peores. Igualmente es voz bastante común, especialmente cuando se está de farra y tras beber unos tragos, afirmar rotundamente que aquí “tol mundo es güeno”, para pasar a continuación y ya con la resaca encima a rubricar con no menos rotundidad lo tan manido de “somos una puta mieeeeeeeerda”.
En honor a la verdad, las cosas no son tan así como se dicen y puestos a ser justos, hay que convenir que nadie es tan bueno ni nadie es tan malo, que… mitad y mitad.
Cierto es que Bertolt Brech es el titular de unas frases redondas, que componen una máxima más redonda aún: «Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles». Y no seré yo quien discuta con personaje tan importante.
A mí me parece que sí que hay gente necesaria, más incluso: imprescindible. Tanto que no consigo imaginar la vida en su ausencia. Si hay que poner ejemplos, allá van algunos: el lechero, el cartero, el panadero, el policía, el vecino tras los visillos, el barrendero, el hortelano, el escritor, el señor cura en sus rezos (aunque en este caso ya sé que hay diversidad de opiniones, pero yo pongo la mía), el cómico, el político, el pescatero, el vendedor de cupones de la esquina, el médico y el enfermero, el enterrador… Dicho todo ello en masculino y sobreentendiéndose también el femenino y el neutro.
Todos y todas, ellos y ellas, de alguna o de todas las formas, al menos alguna vez nos han hecho experimentar una, muchas o la totalidad de las sensaciones que tan bien expresa este poeta que acabo de descubrir, y de cuya existencia todo lo desconocía. Se trata de Hamlet Lima Quintana. Este poema le pertenece, porque él lo escribió:
Hay gente que con sólo decir una palabra
Enciende la ilusión y los rosales;
Que con sólo sonreír entre los ojos
Nos invita a viajar por otras zonas,
Nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con sólo dar la mano
Rompe la soledad, pone la mesa,
Sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con sólo empuñar una guitarra
Hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con sólo abrir la boca
Llega a todos los límites del alma,
Alimenta una flor, inventa sueños,
Hace cantar el vino en las tinajas
Y se queda después, como si nada.
Y uno se va de novio con la vida
Desterrando una muerte solitaria
Pues sabe que a la vuelta de la esquina
Hay gente que es así, tan necesaria.
Sólo me queda, para terminar, recitar aquello que dice: Viva la gente, la hay donde quiera que vas…
:-)
ResponderEliminarEntiendo lo que dices y lo comparto, pero no lo veo exactamente así. Si al océano le quitas una gota de agua, una sólo, es el océano pero es otro océano. Luego para el océano cada gota no sólo es necesaria, sino imprescindible. Sin embargo, yo no creo que el panadero, el lechero, el escritor,... sean siquiera necesarios. Son necesarios, tal vez imprescindibles, en este mundo ante el que tantos se han puesto de frente para decir basta. Para este mundo injusto y mezquino, son imprescindibles; para otro mundo justo, honesto y amable, quizá no sean siquiera necesarios. Imprescindibles son las personas que están detrás, eso sí, los seres humanos que están detrás de cada uno, yo creo imprescindible a cada ser humano; no ser imprescindible los haría prescindibles y no creo que el mundo tenga derecho a prescindir de nadie, ni siquiera de los malos, si es que hay malos, que los hay. En el plan de dios, o en el de la naturaleza, o en el de la vida todo ser y todo hecho son necesarios, para avanzar o para que nadie retroceda. Y, qué caramba, porque en el amor nadie sobra, y la vida es un extraordinario proyecto de amor.
ResponderEliminarImprescindible es el abrazo de una madre/padre para su hijo, sea quien sea para la sociedad.
ResponderEliminarMe gusta lo que dice Juan, en los planes del universo nadie ni nada sobra, como un gran puzzle en el que las piezas encajan perfectamente y donde "la vida es un extraordinario proyecto de amor".
También la ternura es imprescindible para relacionarse con los amigos.
Besos
Me he dejado conscientemente un tema de tu entrada sin comentar. Dices: nadie es bueno ni malo, todos tenemos un poco de todo. Eso es verdad en "este mundo": somos seres humanos y, por lo tanto, imperfectos, sujetos al error, con un poco de todo, de carga y de ligereza, de bondad y mala leche; somos buenos y malos al mismo tiempo, y nos sale lo uno o lo otro. El zen lo dice de otra manera: no hay cielo ni infierno, sino que ambos habitan en nosotros. Pero hay otros mundos posibles y alguno ya se ensayó. Estoy pensando en el nazismo. El nazismo es otro mundo, otra concepción del ser humano, otras reglas, otras filosofías, otra concepción ética y, por lo tanto, otra concepción del bien y del mal. Cuando hablamos de ser buenos o malos, del bien y del mal, lo hacemos en relación a nuestro mundo, incluso con las diferencias de concepción y cultura. El nazismo proponía "otro mundo". En él el concepto de bien y mal no tiene nada que ver con el nuestro. En mi modo de entender, eso sería el mal. Dicen los científicos que otra vida u otra biología serían posibles sustituyendo el carbono por el silicio. Seguramente es cierto pero sería otra vida, no esta vida, no la vida, no nuestra biología, incompatible, además, con nuestra biología.
ResponderEliminarEl nazismo es el mal. La dualidad dios/demonio nos podía acercar a la explicación de lo que quiero decir, aunque no es exactamente lo mismo.
emejota, amor con amor se paga. Hay que ser agradecidos.
ResponderEliminarBesos
Claro, Laura, sin ternura no iríamos a ninguna parte. A mí me gusta más el término “cordialidad”, lo que sale del corazón; y ya puestos, “entrañable”, lo que te hace crujir las tripas; al fin y al cabo somos sólo y apenas unas vísceras; pero es una simple cuestión de términos.
Un beso muy fuerte.
El nazismo no es otro mundo, es éste, no nos engañemos, Juan. Como también es este mundo el capitalismo; el dulce por blando y paternalista, y el duro por ciego, despiadado y neoliberal. Lo fue, y lo sigue siendo. Con la trata de seres humanos, el fanatismo religioso, la caza de brujas de la Edad Media y de Mckarthy, la colonización deshumanizante, el imperialismo de todos los colores, el dogmatismo estalinista, el leninista y los fascismos de todos los tiempos, en el feudalismo y en el patriarcalismo, incluso durante el matriarcado ancestral…
No imagino otra vida posible, carezco de magín suficiente. Este mundo es el único que conozco, y según cómo se mire, horripila o embelesa. Mejor dicho, las dos cosas a un tiempo.
Yo tengo la suerte de conocer seres humanos absolutamente bellos. De los otros, no sabría qué decir. Tal vez es que no sé mirar bien.
Un abrazo.