Parte nº 171/2011

No encuentro título para lo que voy a escribir, así que me sirvo de esta guisa, y cumplo.
Me fui a nadar, como todos los domingos, a última hora. Me zambullo tirándome de pie y empiezo a bracear y patalear. A ritmo, que no es cuestión de agobiarse, sino de todo lo contrario: disfrutar relajadamente. Y al tiempo que lo hago, pienso.
Residencia La Arbolada
Esta mañana ha estado bien la cosa. Con los “viejitos” de la residencia hemos ensayado y han cantado con todas sus ganas. Se lo sabían, pero casi lo tenían olvidado. Les pregunté si cantaban en algún otro momento, y me dijeron que no. El viernes, dijo alguien; se conoce que tienen alguna actividad en la que les hacen cantar, pero no explicaron más ni yo tampoco insistí. No sé por qué, pero me dio la impresión de que había más personal que otros días, pero a lo mejor me equivoqué e hice mal los cálculos.
A R… la llevé la comunión como siempre, y aproveché que tenía tiempo para darle la unción de enfermos. Como no sale de casa no pudo estar con todos el otro día. Se dejó hacer, y creo que se encontró a gusto.
Luego con mi gente en la parroquia celebramos la fiesta. Alegría y entusiasmo, y fuerza al responder y al cantar. Caras y cuerpos con sabor a verano ya cercano, me fijé en algunas personas, porque en todas me es de todo punto imposible.
A los críos se les nota que crecen a velocidad de crucero. También que retrasan al resto de la familia, y llegan corriendo mientras estamos ya cantando todos dentro.
Blanca y Nines, las nietas de Ramón y de Tere, están preciosas. ¡Conseguí diferenciarlas!, aunque reconozco que fue de pura chiripa, me lo jugué moneda al aire. Salen talmente a su abuela. ¿Y cómo es eso Ramón, si tu hija es tu vivo retrato? Misterio de la genética. ¡Ah, si levantara la cabeza aquel buen benedictino de Mendel!
A C… el embarazo la ha aguapao sobremanera, y le ha puesto unas hermosas caderas para que el parto sea todo lo feliz que se merece. Tras dos gemelos, viene otro, casi seguro.
A E… la puse en evidencia. Tocaba amonestarla, y allí estaba. Casi al terminar le pregunté el voz alta y ante todos si tenía algo que decirnos. Se puso de pie y por señas dijo que sí, pero no dijo ni pío. Yo dije que E se casaba y que quería comunicárnoslo. Le pregunté que con quién, y ella en lugar de nombrarle, le señaló con la mano, estaba unos bancos por delante, y al tiempo se desplazó hasta ponerse a su lado. No quiso hablar, y hasta se emocionó. Hablé yo en nombre de todos y les deseé felicidad y decisión, avisándoles de que también tendrían momentos complicados; les ofrecí de parte de la comunidad la ayuda que necesitaran. Les dimos un fuerte aplauso y eso terminó de desarmar a E. Luego vino a decirme que sentía mucho casarse fuera, pero que se habían precipitado haciendo los preparativos, y que si lo piensan mejor, no se van. Al despedirnos me dio un paquete. "Son una pastas, a ver si engorda y deja lo tirantes". Resultaron riquísimas, la probé de postre.
Antes de comer fui donde P… Tampoco sale ya de casa, enchufada como está al dichoso oxígeno. Pero se mueve bien por la casa, con un tubo tipo manguera que la sigue a todas partes. Tenía visita, así que sólo le di la comunión y le avisé que la unción la dejábamos para otro día. “No me pienso morir”, me dijo. “Y yo tampoco. Pero estás enferma y a lo mejor te apetece recibirla”. “Ya hablaremos”, respondió y nos despedimos.
Tras la siesta, comprobé que los indignaos se han mostrado masivamente en cantidad de lugares, y que todo ha sucedido como se esperaba, alegre y pacíficamente. Comenté en algún blog y me fui a terminar de preparar el insecticida natural con las ortigas que tengo en maceración. Huele… a insecticida, exactamente. Ni bien ni mal. Yo creo que sí que va a funcionar, porque aunque la pinta que tiene es asquerosa, deja el ambiente como anestesiado. Los pulgones se van a enterar de lo que vale un peine.
Además he leído por algún lado que también sirve de fertilizante. Pues mejor que mejor. Dos pájaros de un solo tiro.
Y cuando me nado más o menos por la vuelta diez y tantos me llega al magín una noticia que cuando la leí no le di mayor importancia. Resulta que el Papa se va a juntar con todas las monjas españolas en El Escorial, cuando venga en agosto con motivo de la JMJ. Y dicen que las susodichas no podrán acceder al recinto si no van uniformadas con el hábito que les corresponda.
Esto lo pensaba yo mientras nadaba, con el escueto bañador que uso, y el gorro y las gafas preceptivos. En la piscina en ese momento sólo el socorrista llevaba zapatillas y camiseta, el resto lo mismo que yo. Y tan contentos.
No soy nada de uniformes, y mucho menos por ordeno y mando. Cada cual que vista como guste. Servidor es la única manera que tiene de lucir los jerséis tejidos por mi mamá. Y además, a ella tampoco la gustaban, que en eso, y en otras cosas, creía en la libertad de expresión y de ejecución. Para mi mamá ningún hábito definía, simplemente era eso, una funda.
Por otra parte no he leído ni oído nada respecto a los ropajes de la parte masculina, aunque me supongo que se da por sobreentendida.
Piscina del Parque Sindical. Madrid 1965
En todo caso, y en mi opinión, si yo estuviera en el lugar del papa, cosa que sólo imaginarla me pone el vello de punta (y no consigo ver la cara que pondría el resto si me vieran en tal empeño), en agosto yo no convocaría al personal en El Escorial, aunque esté en la sierra. Yo buscaría la piscina mayor del reino; pongamos por ejemplo, la antigua piscina  del parque sindical, que era enorme. Creo que ahora le dicen puerta de hierro. Y allí todo el mundo en bañador, o sin él que también podría valer, entre alocución y alocución un bañito para refrescar los cuerpos y aligerar las almas. Y tras los baños, un bocata y un buen trago de bota de vino. Seguro que no había malas caras y nadie echaría en falta hábitos, capisayos ni zarandajas.
En éstas estaba yo, y creo que andaría, digo nadaría, por la vuelta treinta y pico, cuando sale el socorrista de la garita, miro el reloj de la pared y calculo que sólo puedo hacerme otra vuelta. Nado sin modificar mi ritmo y salgo para ponerme de calle, que en esta mi ciudad no está bien que pasee las aceras con un gorro de silicona en la cabeza y unas gafas de agua como anteojeras, más que nada porque iba a recoger del coche a mis tres amigos, Moli, Berto y Gumi, y ya se sabe que ese uniforme no me sirve para tales menesteres, no lo autorizan las ordenanzas municipales.
En cualquier caso, mi opinión poco importa, y si esas son las reglas, quien quiera verse con el papa que se atenga a ellas. Y si no, pues hay cantidad de sitios donde pasarse un buen rato en pleno mes de agosto, sea en el mar, sea en el secano, vaya a la playa o se largue a las montañas.
Yo esta noche pienso dormir igual que siempre, a pierna suelta, y con mi camiseta de costumbre, es mi uniforme preferido. ¿He dicho uniforme? En qué estaré pensando. ¡Claro, a estas horas no puede ocurrírseme nada coherente!

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