Ensayando, probando, aprendiendo… ridiculizándome al intentar hacer la vuelta americana

El miércoles pasado me manqué en un pie al girarme en la piscina. Pensé que me había golpeado contra la pared, y sentí un dolor muy fuerte en el empeine. Seguí nadando hasta terminar mi serie y al salir noté que esa pierna no furrulaba como la otra.
Me levanté el jueves con el pie casi inutilizado, pero tras el paseo con mis amigos mejoré y pasé el resto del día decentemente.
Por la noche una amiga blogguera me comentó que estaba practicando el giro o vuelta americana con su hijo como entrenador. Y pensé que también podía yo intentarlo.
Yo soy nadador tardío y lo que sé lo he ido aprendiendo solito, tras muchos tragos, aguadillas, sudores (sí, también se suda bajo el agua), sentido del ridículo y muchas ganas. De la braza, de toda la vida, llegué al crol ya en la piscina, o sea hace siete años. Y de hacerme el muerto a nadar de espalda hace apenas cuatro, también en la piscina.
Pero para darme la vuelta me servía cualquier maniobra de mi cuerpo, siempre mal, con un pie, con los dos sobre la pared, de medio lado, de frente, en fin, como dios me da a entender. Eso hace que la mayoría de las veces llegue a la pared desequilibrado y salga como quien se está ahogando, a lo loco.
El miércoles ocurrió, una vez más, que me apoyé mal sobre el muro, y al dar la patada en la pared se me torció el pie, y sufrí una especie de tirón en el empeine. Eso lo pensé después, porque el dolor fue ahí, y no me creo capaz de doblar mi apéndice inferior de tal manera que golpee con esta parte del cuerpo.
El caso es que me dije que si me saliera la vuelta americana, me apoyaría con las plantas de los pies a la par sobre la pared, y no volvería a sucederme lo ocurrido.
Ni corto ni perezoso busqué en Internet y encontré material adecuado, blogs y videos muy didácticos, que haciéndolo fácil, podrían ayudarme en el empeño.
Esto es lo que he seguido hasta ahora, sin perjuicio de que busque algo más en otro momento:
Los dos primeros días no he conseguido gran cosa, apenas un par o dos de giros que se aproximan; el resto, fatal.
Hoy he hecho caso al triarosario del blog y me lo he tomado con calma. Frenaba al acercarme al muro y lo encaraba despacio, echaba los brazos hacia atrás y metía la barbilla contra el pecho. Al encorvarse mi cuerpo,  la voltereta iba saliendo cada vez mejor; y lo mejor de todo, salía como un torpedo hacia adelante en dirección contraria impulsado por las dos piernas al unísono.
Ha tenido que llamarme Pilar y decirme ¡basta! en la vuelta 35. Se me había pasado el tiempo en un suspiro y no me había cansado nada. Eso sí, con unas ganas de cenar…
Me había dado de plazo una semana para aprender lo más elemental. Yo creo que en una semana llego al nivel de Mark Andrew Spitz (1950), porque el Michael Phelps (1985) es demasiado para mí, y además mucho más joven.

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