"La Política Agraria Común (P.A.C.) se creó en 1962 con el objetivo principal de producir alimentos para alcanzar la autosuficiencia, garantizar un nivel de vida equitativo a la población agraria, asegurar al consumidor suministros a precios razonables, garantizar la seguridad de los abastecimientos y estabilizar los mercados.
En la mente estaban los graves problemas de desabastecimiento que ocasionaron los períodos de guerra y postguerra, que pesaban como una losa en la mente de los responsables de la joven Europa. Los principios fundamentales de la P.A.C eran: unidad de mercado, solidaridad financiera, preferencia comunitaria.
En un contexto de paz y de desarrollo armónico la agricultura europea se transforma en un sector altamente tecnificado que consigue una producción agraria cada vez más abundante. Esto trae consigo excedentes muy difíciles de vender y costosos de financiar. Cuestiones que determinaron la introducción de mecanismos de regulación de mercado".
Esta es la madre del cordero.
Allá, por el año 1982, alguien contactó con nosotros para preguntarnos si estábamos interesados en repartir unos alimentos a los que había que dar salida urgente. Necesitados como estábamos de paliar la situación precaria de muchas familias de nuestros barrios, dijimos que sí, por supuesto. Para entonces con unos cuantos viajes con el erreseis fue suficiente. Recuerdo que eran cajas de naranjas, de tamaño y sabor excepcional. El lugar de recogida fue un silo de Agricultura, a la otra punta de la ciudad. Ni preguntamos, sólo fuimos a recogerlo y lo repartimos. La vez siguiente fueron limones. Y la siguiente tal vez fueran patatas. Y así sucesivamente y de forma sorpresiva, es decir que me llamaban y me decían que aquí hay tal cosa, que vengas.
Al año siguiente volvió a repetirse la operación, y esta vez fue el asunto un poco más variado. Ya no recuerdo en qué consistió, pero sí que fue mayor el volumen.
Y llegó un momento, pudo ser el 84 ó el 85, en que desde Cruz Roja nos dijeron que había que formalizar el tema, y levantar acta de la operación, y aceptar condiciones de entrega y de reparto.
Acabábamos de rubricar el convenio, y llega alguien desde Cáritas y nos dice que no es conveniente participar, porque no parece estar claro de qué se trata, y que desde luego la institución eclesial española no va a intervenir. A nosotros, que no entendíamos sino que eran alimentos y que hacían falta con una necesidad perentoria, no nos importó. Y creo que fuimos por entonces la única parroquia de la ciudad que entró como entidad benéfica, receptora de unos alimentos que venían etiquetados como donativo, prohibida su venta.
Tuvimos que recurrir a una furgoneta, porque aumentó la cantidad, la variedad y la calidad de los productos. Y enseguida, en años sucesivos, ya no hubo más remedio que recurrir a un camión. Y así estamos, que ahora se trata de un trailer, porque todo ello pesa y sobre todo abulta que es un primor.
Debo ser bastante zote, o simplemente un malintencionado y perverso conspirador; el caso es que, teniendo siempre un interrogante sobre el particular, no quise de verdad enterarme de qué cosa se trataba; yo recibía, y con mucho agrado, no preguntaba, y aliviaba a quienes, bien de forma permanente bien de manera puntual, tenían vacía su despensa, su mesa y su bolsillo. Y por supuesto, su estómago.
A estas alturas de la historia nos ha tocado pasar de manos de Cruz Roja a Banco de Alimentos, para volver a Cruz Roja. Pero ahora ya estoy un poco más enterado. Por supuesto que es asunto de política, qué cosa no lo es. Y de política grande, lo que llaman macroeconomía. Asunto que nos supera por todos los lados, incluidos el arriba y el abajo. Pero no nos importa, en tanto sigan llegando remesas de alimentos.
Mosquea, cómo no decirlo, que sospechemos que propiamente no son alimentos que sobren de la producción a la venta. Parece más bien que son productos de encargo, que se producen “de exprofeso” y se tratan de manera especial y distinta al resto. Hasta quienes no vivimos del campo ni somos agricultores habíamos oído algo, la pac, que era muy socorrido para los sufridos productores y que gracias a ello estaban, si no saliendo adelante, al menos manteniéndose sin caer. También llegamos a saber que había gente avispada que enseguida, de la noche a la mañana, sin tener arte ni parte, se habían convertido en activos empresarios agrícolas.
Lo que sea la política agraria de Europa nos supera, ya está dicho. Que el Gobierno compra cosas del campo para mantener la producción es cosa general, porque en otros muchos sectores se funciona también con subvenciones públicas. Que es política y no solidaridad, también se ve. Que hay intereses interesados, pues claro. Que participar en ello nos convierte en cómplices y encubridores, en insolidarios con otros pueblos de agricultura débil o debilitada, qué se le va a hacer.
En resumen este es el panorama: Nuestra agricultura necesita ayuda estatal para no irse al garete. Parte de su producción se desvía del mercado y accede a canales de reparto gratuito. Nosotros estamos en esa cadena, como un eslabón más, el último por cierto, y hacemos lo que podemos y de la mejor manera posible.
Alguien puede decir, y con toda razón, que esto no es en pureza “comunicación cristiana de bienes”, objetivo principal de una institución eclesial como Cáritas. Pero también hay que añadir que esto sí que es atender a viudas y huérfanos, acoger a extranjeros y hambrientos, sanar a tullidos y a enfermos… Y que a mayores, supone un trabajo ímprobo: descargar y cargar, transportar, almacenar, distribuir, supervisar, comprobar que no controlar, decidir… “gratis et amore”, por supuesto, y a mucha honra.
Si por ello nos tildan de colaboracionistas, pues que sea. No os hacéis idea la de gente que gracias a esto ha ido saliendo de todas las crisis generales y particulares que median desde 1982 hasta nuestros días. O sea, casi treinta años… ¡toda una vida! Alguien, así en plan confidencia, ya titulado y situado en trabajo y sociedad, vino a decir en cierta ocasión: “Me salían los macarrones hasta por las orejas, pero gracias a ellos saqué los cursos y aprobé la carrera”. Pues eso.
Ni que decir tiene que esto que ahora sé lo he pescado en internet, porque antes era para mí del todo oscuro. No es que ya esté en plena luz, pero algo sí que se me ha iluminado. Es un alivio, pues, no seguir en las tinieblas.
Sirva todo lo dicho de preámbulo para esto con lo que también termino: acabamos de descargar un camión con 8.000 kgs. de alimentos que van a ser un auténtico salvavidas para mucha de mi gente. Arroz, leche, fideos, espaguetis, macarrones, queso fundido, galletas, cacao soluble y azúcar. Todo un lujo.
Bien clarito ha quedado. Afortunadamente muchos estamos de acuerdo, obras son amores y punto.
ResponderEliminarCada vez entiendo más por qué ya no puedo más, ni escuchar de lejos siquiera, con las cuestiones políticas, es que me falta "cuajo".
Sencillamente creo que soy una simple primordial, en todo. Me acabo de caer del guindo. UFA.
Toda la razón has tenido y tienes, porque tienes la razón del corazón y no la del frío pensamiento. En el mundo hay alimentos, o los podría haber, para que nadie pasara necesidad ninguna, así que esto que hacéis es solamente redistribuir. A mí tampoco me parece mal la idea.
ResponderEliminarLa PAC es muy injusta con algunos países y en algunos términos, esa es la gran política, todo sea por lograr una Europa más unida (?); pero si en estas andamos y el Gobierno debe "ayudar" a su agricultura comprando alimentos para asistir con ellos a los necesitados a través de vías paralelas de reparto, a mi me parece guay: o hay justicia social de verdad a escala planetaria o las "trampitas" "truquitos" o tráfico de influencias en determinado sentido está más que justificado. Colaboracionistas? de qué? de quién? bobadas, ya te lo dije una vez. Lo importante es que se reparta bien entre los que de verdad lo necesitan y punto.
ResponderEliminarBesos