¿Por qué?

¿Por qué un mecanismo tan robusto tiene en su interior algo tan blando?

La puerta es de hierro del bueno. La cerradura también es buena y de hierro. Es viejísima y se ha usado muchísimo, es cierto. Se colocó tal cual para durar toda una vida.

Pues, no. Va y falla. ¡Míguel, la puerta se abre mal, míra a ver qué pasa, creo que se ha roto!

Voy, pruebo, y en efecto, algo está mal.

Como siempre, es mi natural, desarmo el aparato y compruebo que hay algo roto, que tal vez tenga solución o tal vez no; que si no se arregla no pasa nada, pero que si lo consigo, al menos durará un tiempo.

Esta es la pieza que se ha estropeado:
A la vista está que ha sido muy trabajada.

Es el mecanismo interior de una cerradura con picaporte. Tendrá, + ó -, 35/40 años. Pertenece a lo que mantenemos en uso de lo viejo que tenía la nave vieja que adaptamos como iglesia nueva. No, no es un trabalenguas, es realidad. Los pobres tenemos que vivir de remiendos. ¡El remiendo es bello!

Si corto por lo sano, he de ir a comprar cerradura nueva. Como todo progresa que es una barbaridad, ese modelo ya no se fabricará, casi seguro. Ahora habrá otros más modernos y seguros, y no sé si tan duraderos. Pero, lo más importante, ¿coincidirán los agujeros de la puerta con los correspondientes de la nueva cerradura? ¡Ah! Habrá que verlo. Porque recuerdo que la puerta, aunque vieja, es de hierro. Y el hierro es duro, duro. [Aquí debería haber dicho, para hablar con propiedad, que la puerta es de acero, porque hierro es el mineral. Ya me lo han dicho muchas veces. No obstante, yo, como mi gente, sigo diciendo hierro. No tengo remedio]

Mañana iré a ver qué encuentro. Pero antes voy a ver si puedo hacer una chapuza y consigo que esta pieza, con remiendos, siga funcionando. Si lo logro, ya lo contaré aquí.

Pero una reflexión me hago. ¿Por qué la parte del mecanismo más trabajadora, la que sufre roces y apretones, la que más veces se utiliza, es más frágil que el resto? Aquí entre el acero han puesto calamina. Es una pregunta que me hago harto veces, que es que casi llega a ser un universal, porque sucede siempre, siempre. En las llaves de la luz, en los mandos de la cocina, en los mangos de las herramientas, en el botón de encendido de la tele, en las patillas de las gafas…

¿Por qué? ¡Eh! ¡Por qué…!

Pues me contestarán, -si es que ya me sé la respuesta-, que si fuera del mismo acero que el resto, al rozar las piezas se griparían, y todo se estropearía mucho antes. Que tienen, para funcionar bien, que rozar piezas desiguales, para que sólo una se desgaste y no todo el conjunto. Pero yo respondo a eso diciendo que en mi pueblo la polea del caldero del pozo de mi casa era de hierro todo ello, y ahí sigue, a pesar de que esa casa y ese pozo los hizo mi abuelo paterno, que ahora, si calculo, tendría unos 120 años. Y que la noria de la huerta de mi tío abuelo sigue aún tal como fue, a pesar de que ni se sabe cuánto hace que allí la pusieron. Claro que ya no saca agua, que ahora se usa la motobomba y los aspersores.

Pues eso, que es que estamos en la modernidaz.

Y menos mal que los humanos estamos hechos de otra manera. Pues claro que sí. ¡Anda que si no, apañados estamos todos y todas!

* * * * * *

No os vayáis, que no he terminado. Resulta que ya está arreglada. Aquí os la ofrezco, mirad qué maravilla de cerradura. De las que duran y duran y duran.
Con un simple alambre funciona, de momento. A ver el tiempo que se mantiene así.

Esto no se nace sabiéndolo. Esto se aprende. Yo lo aprendí de pequeño, en el pueblo. En el carro siempre se llevaba colgado del eje de las ruedas un canasto o un caldero viejo, de esos que están picados y no valen para el agua. Algunos ahí entre paja mojada llevaban el botijo del agua o el garrafón del vino, según. Pero otros, más previsores, en ese utensilio ponían las cosas más dispares, pero todas necesarias para un por si acaso. En los caminos de mi pueblo no había talleres ni estaciones de servicio. Cualquier avería había que resolverla con maña y con lo que hubiera a mano. Tener una cuerda, una alambre, un clavo, qué se yo, cualquier cosa que se quiera imaginar, podía solucionar el problema.

Muchas veces vi en casa arreglar puertas y maquinaria en plan chapuza, pero se salía del atolladero. Luego se llamaba al cristalero o se iba al herrero o al carpintero y se hacían las cosas bien.

Yo soy de los que se bajan de la bici en pleno tráfico en el Paseo de Zorrilla para recoger un tornillo caído, valga el caso. Así que tengo cajas y cajas de las cosas que voy arramplando. Algo de Diógenes y su síndrome debo padecer. Y por tener también tengo un rollo de alambre, de esos que había antes en las obras, de cientos de metros, ni fino ni grueso, con lo que ato lo que sea, para que cuelgue, para que no se mueva, para que no se caiga, para que esté arriba o para que se quede abajo. Compré el rollo hace ya muchos años cuando las obras en este lugar se empezaron pero nunca terminaban, y aún está por la mitad. Digo yo que tendría por los menos mil metros. Aún pesa cuando lo agarro.

Así que una alambre ha sido en este caso la solución.

Y volviendo a la reflexión que yo me hacía antes,  añado ahora esto más: qué fácil sería que algunos de los porqués que me pueda plantear en la vida se solucionaran de una manera tan simple. Porque, aunque nos las demos de complicados, nuestros problemas podrían encontrar mejor arreglo si le echáramos ingenio, buena voluntad, diálogo, tiempo y paciencia.

Ah, y también maña, o sea mano izquierda http://www.scanmessenger2.com/contenido/imagenes/tn/tn_divertidos-emoticones-emoticon.jpg.

En fin, que ya termino.

5 comentarios:

  1. Aprendí de mi querido padre, nacido en 1905, los mismos principios. Mi caja de herramientas es más grande que un cajón, tiene de todo, hasta una enorme llave inglesa de primeros de siglo XX o finales del anterior para arreglar los carros. Y me ha servido, vaya que si me ha servido. Apaños de esas características me suenan, no solo por dinero, sino por principio. ¡Quedó bien!¡Que gusto! Serán ventajas que tenemos los de nuestra hornada. Un abrazo.

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  2. Nos tocaron reparaciones...mi caja de herramientas es UNA HABITACIÓN COMPLETA, con banco de carpintero incluído, tres armarios, dos estanterias, ocho cajones, dos cajas...y diógenes, guardando incluso los antiguos soportes de la luz...pero, que no me quiten el sol, porfa.

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  3. Es decir, que eres un "manitas". Yo no me pongo nunca a arreglar nada en la casa, porque seguro que lo estropeo.

    Pero estoy de acuerdo en lo que dices acerca de que las cosas que se hacen hoy no tienen la calidad y garantía de las antiguas. Para muestra, un botón: hay puentes romanos que permanecen impertérritos ante el paso de riadas y riadas, y los nuevos, a las primeras de cambio, se van a dar a la mar.

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  4. ¡Te necesito!! La cerradura de la entrada necesita a un Míguel ya!!! y los cuadros que quieren colgarse y no tienen quien lo haga, y alguna cosa más que ahora no recuerdo.

    Eres genial, qué bien lo has descrito y fotografiado todo, me he reído y te he imaginado "fuchicando" (palabreja que le decía mi madre a mi hermano de pequeño cuando andaba haciendo algún invento o arreglo) con la cerradura en cuestión.

    Ya sabes cuando tengas mono de arreglitos mi casa te espera, herramientas tengo, no tantas como Mª Jesús pero para lo que toca hacer aquí suficientes, creo yo.

    Besos y hasta prontito.

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  5. emejota, ¿1905?, ozú, el mío del 16. Pero también era apañado, por fuerza, iba en el oficio. Y no lo hizo mal el hombre, yo diría que bastante bien. Un abrazo.


    mariajesús, lo mío todo está desordenado, y desperdigado por todos los rincones. Incluso en la sacristía, los cajones de la mesa tienen de todo, menos cosas de iglesia. Diógenes a mi lado… Y lo del sol, por supuesto, que no me lo quiten. Que si me lo quitan, me busco otro lugar donde tomarlo.


    AROBOS, manitas, no; manazas. Manos de excomunión, me llamaba mi abuela materna. O sea…


    Julia, pide por esa boquita que te hago lo que tenga que hacerse. Cerraduras o lo que se tercie. Y las herramientas ya las buscaremos. ¡Qué pasa! ¿Es que en Madrid no hay ferreterías o desguaces? Con eso vale. Besos.

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