Este ser está en su salsa. Me lo encontré en las marismas de Isla, Cantabria.
Fui buscando un poco de paz exterior, que de la interior tengo de momento suficiente.
Y andando por la playa, en esos intantes desierta, me adentré por un ría rumbo a tierra.
Fui buscando un poco de paz exterior, que de la interior tengo de momento suficiente.
Y andando por la playa, en esos intantes desierta, me adentré por un ría rumbo a tierra.
Allí estaba él (o ella, que de eso no entiendo) solitario en su paraíso, gozando como un enano, y tal vez esperando algún obsequio en forma de golosina.
No penséis que os engaño, que no; su reino es así de bonito, tranquilo y silencioso; no se oían ni ranas, y sí que debían estar por algún lugar metidas.
No penséis que os engaño, que no; su reino es así de bonito, tranquilo y silencioso; no se oían ni ranas, y sí que debían estar por algún lugar metidas.
El individuo (o individua), ante mi presencia nada hostil, no se cortó ni un pelo y se dejó mecer por el agua mansa de aquel humedal, mostrándome cuán hermoso era, y qué ufano se encontraba sintiéndose el rey de todo aquel lugar.
Ni por asomo se me ocurrió darle nada de comer, no sea que al animalico le sentara mal lo que yo le pudiera dar. Aunque seguro, y a la vista está, está bien alimentado y entre gusanos y pececillos tendrá más que suficiente alimento en la marisma.
Ni por asomo se me ocurrió darle nada de comer, no sea que al animalico le sentara mal lo que yo le pudiera dar. Aunque seguro, y a la vista está, está bien alimentado y entre gusanos y pececillos tendrá más que suficiente alimento en la marisma.
Mucho me temo, sin embargo, que como esto se sepa, se llene de plásticos y mierda, y termine perdiendo el ser lo que es: un paraíso.
Tal como lo vi os lo cuento. En la costa del Cantábrico encontré un rinconcito hermoso, casi idílico.
No llegaban hasta allí los ruidos de los motores ni las sombrillas de los bañitas. Tampoco perturbaba el aire bocinas y claxones varios, porque, de momento, por allí no llegó el asfalto.
Por ahí enfrente está Isla, un pueblito de Cantabria. Otrora fue ganadero, ahora… turístico y construido. Sigue gozando de paz, tan siquiera en el atarceder de un agosto amodorrado por tanta luz y calor.
Tal como lo vi os lo cuento. En la costa del Cantábrico encontré un rinconcito hermoso, casi idílico.
No llegaban hasta allí los ruidos de los motores ni las sombrillas de los bañitas. Tampoco perturbaba el aire bocinas y claxones varios, porque, de momento, por allí no llegó el asfalto.
Por ahí enfrente está Isla, un pueblito de Cantabria. Otrora fue ganadero, ahora… turístico y construido. Sigue gozando de paz, tan siquiera en el atarceder de un agosto amodorrado por tanta luz y calor.
P.D.: No soy Pedro Miguel Lamet, S.J. que es todo un pedazo de artista en comentar las cosas que se ven, hasta descubrir su alma. Pero, palabra que lo intento. Algún día, seguro, lo conseguiré.
las fotos emanan paz y tranquilidad
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