En el avión que le llevaba a África, el 17 de marzo pasado, el Papa Benedicto XVI respondió a preguntas de los periodistas que le acompañaban de un modo que los medios han publicado de diversa manera y que ha dado pie a una confusión general y generalizada.
Esta es la hora en que no sé a ciencia cierta qué dijo y qué palabras utilizó sobre el SIDA y los preservativos. El Vaticano ofreció una versión oficial de aquella entrevista, pero sus palabras, entresacadas y aisladas del contexto, recorrieron el mundo mundial y no hubo hijo/hija de vecino/vecina, que no expresara con contundencia su clara y manifiesta oposición y desacuerdo.
Por entonces, un lugar de Internet, Atrio.org colgó varios post, que dieron lugar a comentarios de muy variado pelaje, pero de una sola línea, casi monotemática: reprobación. Véase aquí:
“El papa, el SIDA y los preservativos”
“El papa en África”
“Cuatro años de papa”
Cualquier intento de manifestación discordante fue duramente respondida, incluso las que procedían de gentes misioneras en tierras africanas, o sea, a pie de obra.
Poco después el parlamento belga aprobó una recusación al Papa por poner en peligro las vidas de millones de personas a causa de sus manifestaciones. Y el propio parlamento español a punto estuvo de hacer lo mismo.
La Revista “Sal Terrae” (revistast@salterrae.es , www.salterrae.es) publicó en su número 97, de mayo de 2009, un artículo, que aprobada su publicación por la Dirección de la misma, cuelgo en mi blog, para ofrecer otra valoración de las palabras del Papa, que se limitó a presentar la doctrina moral de la Iglesia y a expresar que en este punto de la lucha contra el SIDA los católicos no están tan desencaminados como se afirma por casi todas las partes.
Esta es la hora en que no sé a ciencia cierta qué dijo y qué palabras utilizó sobre el SIDA y los preservativos. El Vaticano ofreció una versión oficial de aquella entrevista, pero sus palabras, entresacadas y aisladas del contexto, recorrieron el mundo mundial y no hubo hijo/hija de vecino/vecina, que no expresara con contundencia su clara y manifiesta oposición y desacuerdo.
Por entonces, un lugar de Internet, Atrio.org colgó varios post, que dieron lugar a comentarios de muy variado pelaje, pero de una sola línea, casi monotemática: reprobación. Véase aquí:
“El papa, el SIDA y los preservativos”
“El papa en África”
“Cuatro años de papa”
Cualquier intento de manifestación discordante fue duramente respondida, incluso las que procedían de gentes misioneras en tierras africanas, o sea, a pie de obra.
Poco después el parlamento belga aprobó una recusación al Papa por poner en peligro las vidas de millones de personas a causa de sus manifestaciones. Y el propio parlamento español a punto estuvo de hacer lo mismo.
La Revista “Sal Terrae” (revistast@salterrae.es , www.salterrae.es) publicó en su número 97, de mayo de 2009, un artículo, que aprobada su publicación por la Dirección de la misma, cuelgo en mi blog, para ofrecer otra valoración de las palabras del Papa, que se limitó a presentar la doctrina moral de la Iglesia y a expresar que en este punto de la lucha contra el SIDA los católicos no están tan desencaminados como se afirma por casi todas las partes.
ST 97 (2009) páginas 415-423
Una llamada humana y espiritual*
Michael CZERNY SJ**
En su primera visita como Papa a África, Benedicto XVI celebró su encuentro tradicional con los periodistas que le acompañaban en el vuelo a Yaundé. Ésta es la quinta pregunta que le hicieron:
«Santidad, entre los muchos males que afligen a África, destaca el de la difusión del sida. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él a menudo no se considera ni realista ni eficaz. ¿Afrontará este tema durante el viaje?».
Cualquier respuesta habría generado titulares. Y así fue. Un fragmento de la respuesta del papa provocó una histeria mediática que dejó a muchos perplejos, tristes o incluso indignados. Vamos a ver con mayor detenimiento, y más allá de los titulares, lo que el papa Benedicto XVI dijo realmente, y vamos a intentar comprender lo que significan sus palabras. Antes de nada, unos datos. Según estadísticas del año 2006, los católicos bautizados en África andan en torno a los 150 millones, un 17% de la población del continente, en comparación con el 12% de 1978. Según ONUSIDA (1) (2007), alrededor de 22 millones de personas están infectadas por el VIH en el África subsahariana. Esto supone el 67% de los seropositivos del mundo. De las muertes registradas relacionadas con el sida, tres cuartas partes tuvieron lugar en el África subsahariana.
En su respuesta al periodista (quinta pregunta), el Papa Benedicto fue breve, abordando diversas dimensiones de un problema sumamente complejo.
1) A la cuestión de que la postura de la Iglesia católica no se considera ni realista y ni eficaz, el Papa replicó: «Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el sida, es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades». Las comunidades religiosas masculinas y femeninas, los sacerdotes y también las comunidades de laicos «hacen muchas cosas, unas más visibles que otras», y «están al servicio de los enfermos».
El Vaticano estima que la Iglesia católica atiende en todo el mundo a más del 25% de los enfermos de VIH/SIDA. La proporción, naturalmente, es mucho mayor en África, llegando a casi el 100% en áreas remotas. Dejemos que una seropositiva burundesa en tratamiento antirretroviral dé su testimonio personal sobre el servicio recibido: «Cuando vamos a otros sitios, sólo nos miran como un número. Somos casos de hospital que tienen que ser tratados. Somos meros problemas. Perdemos nuestra dignidad y no nos sentimos valorados. Pero nunca nos sentimos así cuando acudimos al centro de la Iglesia. Y es porque allí se hace un tratamiento integral de nuestros problemas, ya sean espirituales, médicos, mentales o económicos».
2) Una vez reconocida la importancia de la labor de la Iglesia, efectiva y realista, el Santo Padre añade dos aspectos fundamentales:
2a) «Yo diría que no se puede superar este problema del sida sólo con dinero, aunque éste sea necesario; pero si no hay alma, si los africanos no ayudan (comprometiendo su responsabilidad personal)…».
Sin emplear la terminología al uso, el Santo Padre está resaltando el contraste crucial entre el modo de abordar estos problemas por parte de la Iglesia (alma, responsabilidad personal…) y la manera típica de las políticas públicas de los gobiernos y las agencias internacionales (dinero). Las políticas públicas se dirigen a toda la población. Emplean estadísticas para definir el problema y lo tratan con políticas y programas. Los resultados esperados deben trasladarse a mejoras estadísticas. En el caso del sida, las políticas sanitarias hacen lo que es técnicamente necesario y posible para reducir el número de infectados y el número de fallecidos.
No se debe minusvalorar esta contribución. Debemos reconocer que las políticas públicas y los programas funcionan como un mínimo común denominador, un mínimo al que cada ciudadano tiene derecho. Las políticas de salud pública tratan con cifras y tendencias, pero no con rostros humanos y personas.
La visión cristiana incluye todo ello, pero va más allá, y con una mayor profundidad que las políticas. Con una visión holística, la Iglesia ve a cada persona como un hijo o una hija de Dios, como un hermano o una hermana, capaz tanto del pecado como de la santidad. Pero cada ser único, en su totalidad, en su santidad, no es fácilmente reconocible entre estadísticas y porcentajes. Sin embargo, son personas reales de la vida real. Como creyentes, ellos son los pilares de las comunidades, los agentes silenciosos de una profunda transformación. Así que el trabajo de la Iglesia de acompañar, formar, guiar y proponer desafíos a las personas es más ambicioso que el de la salud pública, profundamente distinto en calidad y en espíritu.
Los africanos tienen buenos motivos, basados en su propia experiencia, para creer en la visión profunda que la Iglesia tiene de ellos. No sólo por su modo de afrontar el sida, sino también por su manera de actuar ante las múltiples crisis que asolan el continente en tantos lugares.
2b) Tras referirse al programa holístico de la Iglesia y distanciarse de la visión necesariamente estrecha de las políticas públicas, el Santo Padre critica a continuación el reduccionismo de las políticas públicas a un único método: «…no se puede solucionar este flagelo distribuyendo preservativos; al contrario, éstos aumentan el problema». En Europa y en Norteamérica, donde los condones están culturalmente aceptados por muchos, la gente se pregunta incrédula cómo es posible que la Iglesia se oponga a su utilización. Algunos han llegado incluso a acusar a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI de tolerar un genocidio por su postura con respecto al sida.
Hay dos aspectos diferentes implicados: el estatuto moral de las acciones de las personas y la viabilidad de una estrategia que se dirige a toda la población.
En lo que se refiere a los actos de las personas, de los individuos, según algunos especialistas en la prevención del VIH, el preservativo, utilizado correctamente, puede reducir el riesgo de infección en su transmisión mediante relaciones sexuales, y las personas que usan preservativos de manera habitual tienen menos probabilidad de transmitir el VIH o de infectarse con él. Cuando un hombre y una mujer mantienen relaciones sexuales antes, dentro o fuera del matrimonio, a la salud pública no le preocupa la moralidad de lo que hagan en la privacidad de su dormitorio. Cultural y legalmente, en Europa y en Norteamérica se aceptan en gran medida los comportamientos sexuales, siempre y cuando sean de mutuo acuerdo, esto es, siempre que las dos personas estén de acuerdo al respecto. En este contexto, el preservativo parece ser de sentido común. Los creadores de opinión y los medios de comunicación occidentales quieren que la Iglesia acepte el sexo fuera del matrimonio, lo que va en contra de la fe religiosa y de los valores culturales tradicionales compartidos por millones de personas de todo el mundo.
La Iglesia interpreta las relaciones sexuales dentro de un ámbito moral, aceptando estas relaciones sólo en el caso de una pareja casada y excluyendo medios artificiales que eviten la concepción. Hacer algo erróneo puede resultar más seguro con un preservativo, pero eso no hace que el acto sea correcto. La Iglesia no puede promover algo como «más seguro» sin indicar de alguna manera si es también correcto. Decir: «No cometa adulterio; ahora bien, si lo hace, use preservativo», es tanto como decir: «La Iglesia no cree que usted sea capaz de vivir como debería hacerlo».
Un hombre y una mujer no casados que mantienen relaciones sexuales están ignorando la enseñanza de la Iglesia. Difícilmente van a necesitar que el papa les diga que usen un preservativo. Lo que sí necesitan es la ayuda de la Iglesia para vivir una sexualidad responsable y respetuosa. Por eso, en el año 2003 los obispos africanos explicaron que «la abstinencia y la fidelidad no sólo son el mejor camino para evitar ser infectados por el VIH, sino que son el mejor modo de asegurar el desarrollo de una vida feliz y plena» (2).
El sida presenta un caso especial: parejas casadas en las que uno está infectado (VIH+) y el otro; o parejas en las que uno y otro son seropositivos. En este supuesto, la Iglesia acompaña pastoralmente a la pareja para que afronten de un modo profundo las decisiones que afectan a sus vidas, a su familia, a su relación como matrimonio y a su deseo de tener hijos. Merecen el mismo respeto y poseen la misma dignidad que cualquier otro cristiano, lo que incluye también ayudarles a formar su conciencia, sin tener una solución total dictada desde el púlpito, pero mucho menos desde la prensa o desde un anuncio. No encontrarán a un defensor más acérrimo de la responsabilidad de seguir a su propia conciencia que el Papa Benedicto.
¿Y qué puede decirse de las muchas situaciones que ponen a los africanos, especialmente a las mujeres, en estado de mayor vulnerabilidad hacia la infección por VIH, como la pobreza, los conflictos, los refugiados, los abusos o las violaciones (incluso dentro de las relaciones de pareja)? Obviamente, es ilusorio pensar que un agresor sexual pueda ser persuadido de usar el preservativo por el papa, el Estado, una ONG o quienquiera que sea. Pero cabe imaginar el caso de una pareja en la que la mujer no está infectada, y el marido se niega a hacerse las pruebas del sida, pero insiste en mantener relaciones sexuales invocando la doctrina de la Iglesia para no utilizar preservativos. Bajo distintas capas de auto-engaño, este hombre no puede alegar tan altas razones morales cuando está poniendo en riesgo la vida de su mujer. Pero ninguna solución general puede resolver los males que están implicados aquí. En el nivel parroquial, la Iglesia puede –y es lo que hace normalmente- ofrecer formación moral, animar a las personas a hacerse los análisis necesarios y defender los derechos de las mujeres.
Sobre el segundo aspecto, el de una estrategia para toda la población, hay una convicción muy extendida de que los programas que promueven el uso de preservativos son efectivos para reducir las tasas de infectados por el VIH. Sin embargo, esto sólo se ha demostrado fuera de África y entre subgrupos muy definidos (por ejemplo, prostitutas, varones homosexuales), no entre la población en general. No existe prueba científica alguna de que los preservativos, como estrategia de salud pública, hayan reducido la incidencia del VIH en la población en general (3). De hecho, mayor disponibilidad y uso de preservativos están directamente relacionados con mayores (no menores) tasas de infección de VIH, quizá porque, cuando se utiliza un reductor «tecnológico» del riesgo, como son los preservativos, puede perderse el beneficio (reducir el riesgo), porque se asumen mayores riesgos que si no se dispusiera de esa tecnología.
Así, a nivel general, una política agresiva de uso del preservativo «aumenta el problema» al desviar la atención, la fiabilidad y los recursos de estrategias más eficaces, como la abstinencia y la fidelidad. O, dicho en leguaje secular, se trata de retrasar la edad de comienzo de las relaciones sexuales y de reducir la proporción de hombres y mujeres que tienen relaciones sexuales con varias personas. La abstinencia y la fidelidad tienen poco apoyo en el discurso dominante en Occidente, pero están justificadas por una sólida investigación científica y son cada vez más incluidas, incluso favorecidas, en estrategias nacionales contra el sida en países africanos.
La promoción de los preservativos como estrategia para reducir la infección por VIH entre la población en general está basada en la probabilidad estadística y en una plausibilidad intuitiva. Tiene una enorme credibilidad en los medios de comunicación y en los creadores de opinión occidentales. Pero lo que no tiene es base científica.
Algunos especialistas en la prevención del VIH asumen que, dado que muchísimas personas no saben si están o no infectadas, el uso del preservativo debería ser automático, obligatorio y universal. Pero el 95% de los africanos entre 15 y 49 años NO están infectados (ONUSIDA 2007). Conocer tu situación es un elemento determinante para hacerte responsable de tus actos. Algunos africanos me han comentado que, una vez que descubrieron que eran seropositivos, hicieron una opción firme por la abstinencia, a fin de evitar el riesgo del contagio a otros.
Así pues, los obispos de Kenia dicen: «Aun cuando el VIH no hiciera terriblemente peligrosos el sexo pre-marital, la fornicación, el adulterio, el abuso de menores o la violación, seguirían siendo malas acciones como siempre lo han sido. No es el riesgo del VIH o el de padecer el sida lo que hace inmoral el libertinaje sexual; son violaciones del sexto y del noveno mandamientos y son, por tanto, pecados, y hoy en Kenia la peor de sus muchas consecuencias destructivas son el VIH y el sida. La Iglesia no enseña una moral sexual diferente cuando o donde el sida no es un peligro. Pero esta enseñanza no es fácil de comprender, y mucho menos de aceptar, para “el mundo” o los medios de comunicación» (4).
El hecho es que la cultura influye mucho. Un preservativo es algo más que un pedazo de látex; también dice algo sobre el sentido de la vida. Mientras que en Europa y en Norteamérica la idea es muy aceptada (aunque no por todos), en África la fertilidad es muy apreciada, y el preservativo aparece como algo extraño y que responde a valores ajenos. Un jesuita que vive en Sudáfrica me escribía: «Aquí mucha gente cree que el tema del papa y los preservativos es un circo montado por los medios de comunicación, no un asunto por el que tengamos que gastar más tinta o talar más bosques».
Así que, cuando Benedicto XVI afirmó que «distribuyendo preservativos… aumenta(n) el problema», no fue un comentario casual o inoportuno, sino que tenía buenas razones para hacerlo.
3) «La solución sólo puede ser doble:
3a) En primer lugar, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que conlleve una nueva forma de comportarse el uno con el otro… Renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al cuerpo de los demás».
Esta sexualidad está basada en la fe en Dios, el respeto por uno mismo y por el otro, y la esperanza en el futuro. Comparemos esta visión con la confianza en los preservativos. Debemos reconocer que preservativos siempre para todo el mundo va asociado al concepto del sexo como placer sin consecuencias. En nuestro interior sabemos que esto es mentira, porque supone tratar al otro ser humano como un vehículo para mi propio placer. Como política pública, mira a las personas como seres voraces, incapaces de controlarse, incapaces de nada que no sea autogratificación. Una actitud así es terriblemente pesimista con respecto al ser humano y, cuando es impuesta por agencias oficiales e internacionales sobre los africanos, supone a menudo un inconsciente pero aberrante racismo. Y éste no es un camino para la Iglesia.
3b) «Y, en segundo lugar, una verdadera amistad también y sobre todo con las personas que sufren; una disponibilidad aun a costa de sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren…, una capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer presente en las situaciones de prueba». Este servicio compasivo y generoso ha sido la experiencia vivida en África prácticamente desde el comienzo. Los afectados por el sida normalmente han encontrado aceptación, acogida y ayuda por parte de la Iglesia, fuesen creyentes o no. Aún más, la formación de la conciencia (3a) y las renuncias personales (3b) van siempre unidas. Una Iglesia incansable a la hora de servir a aquellos que están en necesidad resulta creíble en cuanto a la enseñanza y la formación que ofrece. He aquí el resumen del Santo Padre: «Éstos son los factores que ayudan y que conllevan progresos visibles» en la lucha contra el sida. Desde la fe católica y su tradición, el Papa dirige un mensaje holístico a todos los pueblos que va a visitar. Conecta ampliamente con la realidad humana que va a encontrar. Un jesuita del Congo me escribía: «Desde aquí estamos siguiendo la visita del papa con mucho interés; también las especulaciones en la prensa sobre la cuestión de los preservativos que han surgido en el sabio mensaje del Santo Padre antes de aterrizar en África. ¡Qué vergüenza, que la gente no se dé cuenta de que la solución del sida no vendrá por la distribución del preservativo, sino asumiendo el problema en toda su complejidad…!».
4) El Santo Padre termina respondiendo de nuevo a la pregunta del periodista sobre la postura de la Iglesia, ni realista ni eficaz: «Me parece que ésta es la respuesta debida, y esto es lo que hace la Iglesia; así contribuye en una gran e importante medida. Damos las gracias a todos cuantos lo hacen».
Según mi experiencia, la mayoría de los africanos, católicos o no, están de acuerdo. Para ellos, lo que el Santo Padre dijo es profundo y verdadero. Él ha reiterado lo que ellos llevan experimentando desde hace años y lo que siguen esperando. Y también ellos están agradecidos a quienes llevan adelante la estrategia de la Iglesia.
–––––––––––––––––––––––––––––
Notas:
* Título original: A Human and Spiritual Wake-up Call. Traducción de José Ignacio García Jiménez, SJ. En inglés, puede consultarse en
** Coordinador de la Red Jesuita Africana contra el sida (AJAN). Box 571 Sarit Westlands / 00606 Nairobi, Kenya / http://www.jesuitaids.net/
1. Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA.
2. Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar, octubre 2003.
3. Prof. Edward C. GREEN, director del Proyecto de Investigación de Prevención del Sida, Entrevista en Christianity Today transmitida el 20/03/2009 citando investigaciones publicadas desde 2004 en las revistas científicas Science, The Lancet, British Medical Journal y Studies in Family Planning, disponible en Internet en http://www.christianitytoday.com/ct/2009/marchweb-only/ 111-53.0.html> (24 Marzo 2009).
4. CONFERENCIA EPISCOPAL KENIATA, This We Teach and Do, vol. 1, 2006.
Miguel Ángel, gracias por publicar todo el texto para aclarar las cosas.
ResponderEliminarSaludos llenos de cariño.
¡Felicidades por los Bautizos!
La verdad es que con frecuencia hay que sentarse con calma y tener la sensación de que uno asiste a una clase o a una conferencia para leer tus post. Yo lo hago, porque me interesa, aunque el tiempo sobra cada vez menos. Yo no he opinado sobre ese tema porque cada vez opino menos sobre la Iglesia católica en sentido global. Siempre he creido que los Papas son coherentes en estos temas con una línea que han mantenido siempre y que nunca van a modificar porque forma parte de su doctrina y de sus creencias sobre la vida humana. Compartirlo o no es lo de menos. La cuestión en saber que junto a la iglesia que alecciona desde Roma está esa otra iglesia, que forma parte de la primera y que entiende la proyección del evangelio de forma más auténtica y convincente.
ResponderEliminarHola, amigo Miguel Ángel. A mi vuelta, paso a saludarte y a leer este artículo, interesante, claro, pero escrito desde el punto de vista del creyente, o sea, desde una doctrina que ha sido siempre igual y en la que no hay por qué esperar cambios. A mí particularmente esa doctrina en su totalidad, aplicada además a la fuerza a toda una sociedad, me hizo sufrir muchísimo, así que de principio, la obsesión eclesiástica por el sexo de los demás siempre me deja un poco helada, si no con cierto rechazo. Creo que voy a empezar a actuar como Fernando, no decir nada acerca de la totalidad de la Iglesia.
ResponderEliminarMaría Luisa: Me alegro si te ha sido útil el artículo. El autor del mismo está en el mismo corazón del problema, y su opinión es más que autorizada. Por eso pedí autorización para colgarlo.
ResponderEliminarY por supuesto que disfruté con los bautizos. Claro que también lo hago con las primeras, segundas, terceras…, enésimas comuniones; y con otros sacramentos, que son sin duda momentos importantes en la vida de mi gente, y por descontado también en la mía.
Fernando y Clares: A los dos os saludo juntos para deciros lo mismo. Lamento que una fe se imponga, que no debiera ser así. El camino correcto sería exponerla a quien lo solicitara. En lo demás, mejor callar. No ha sido así en el pasado, tampoco es así en la actualidad, y en lugar de ser un mensaje vital se manifiesta como una cargante retahíla de trasnochadas disposiciones, que casi nadie reclama y de la que en la mayoría de los casos se entresaca lo menos importante y lo más cuestionable y discutible.
ResponderEliminarNo es ésa, sin embargo, la totalidad de la Iglesia, y vosotros bien lo sabéis. Gracias por reconocerlo y también apreciarlo.
16 de marzo "DÍA INTERNACIONAL DEL PRESERVATIVO", vote y opine en:www.condonparatodos.com
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