Reconozco que esto de tener un blog es muy chulo y muy cómodo. Tú escribes lo que quieras, o no escribes nada que estás vaguete y tal, o cuelgas una peli, o una foto o lo que quieras que pesques por ahí, y te pones a esperar.
Y llega la gente y ve, lee, y hasta comenta. Y a veces cómo comenta, que hay que verlo.
Y se van llenando los post de milagrosa manera. Y donde no pusiste nada que valiera la pena, resulta que se va enriqueciendo a costa del sudor ajeno, de su pluma, de su saber, de su experiencia, de su sensibilidad, y hasta de su tiempo que vale lo que vale, que por ahí nadie regala nada y menos de su vida.
En total, que yo aquí tendría que poner nombres de personas que me han adornado y dado sentido a lo que yo solo no habría conseguido sacar del más simple anonimato. Pero como no quiero que nadie se sienta mirado, ni que le salgan los colores, que son tímidos y vergonzosos, pues no lo hago.
Pero sí les ofrezco esto, que tampoco es mío, sino de una tía fetén, que se llama Dolores Aleixandre. De un libro suyo que quiero publicitar, porque algo tiene que salir ella ganando con todo esto. Se llama “LAS PUERTAS DE LA TARDE: ENVEJECER CON ESPLENDOR”. Editado en Sal Terrae. Santander 2007.
Para que veáis os pongo un trocito, que no tengo permiso pero ella seguro que sí me lo concede. Es una auténtica gozada.
Supone un gran consuelo para nosotros el que bastantes personajes bíblicos aparezcan con evidentes defectos e imperfecciones. Todo lo contrario de las antiguas biografías de santos que los mostraban llenos de virtudes desde su infancia y que, después de una trayectoria en flecha, 'morían exclamando «¡Fiat! ¡Alleluia!». Con los hombres y mujeres de la Biblia no ocurre eso, sino que sus reacciones y actitudes son tan semejantes a las nuestras que podemos reconocer en ellos nuestras luchas, resistencias, fallos y búsquedas. Y asistir también a la transformación conseguida por la gracia en ellos nos permite seguir esperando que se produzca también en nosotros.
Sara, la mujer de Abraham, vieja y estéril, puede servirnos de espejo si la vejez amenaza con instalarnos en la actitud escéptica y desengañada de quien está de vuelta de casi todo y acude con frecuencia a la pretendida sabiduría de esos refranes de sabor amargo. Ésa fue la reacción de Sara cuando, sentada a las puertas de la tienda en el encinar de Mambré, escuchó el anuncio de que iba a tener un hijo:
«Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos, y Sara se rió por lo bajo, pensando: "Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?". Pero el Señor dijo a Abrahán: "¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: '¿Cómo voy a tener un hijo, a mis años?' ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo". Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: "No me he reído". Él replicó: "No lo niegues, te has reído" (Gn 18,11-15).
La respuesta que recibe va dirigida, no tanto a su risa, cuanto a la incredulidad que refleja y a su realismo, incapaz de trascender sus propios límites. La pregunta ¿Hay algo difícil para Dios? no va dirigida a las posibilidades de Sara, sino a las de Dios; y su recuerdo encierra una energía subversiva capaz de despertar esperanzas dormidas, invitando a cambiar de perspectivas y de significado: la esterilidad ha perdido su poder de muerte y deja de cerrar el futuro para convertirse en ocasión de irrupción del poder de Dios, dador de vida y de fecundidad. Dios vuelve a revelarse como vencedor de cualquier incapacidad, imposibilidad o límite, porque cuando éstos son reconocidos, aceptados y celebrados, en vez de encerrar en un recinto sin salida, se convierten en la ventana por donde entra la fuerza creadora del Espíritu.
«Allí donde terminan nuestras posibilidades, empiezan las de Dios», nos repiten de mil maneras los autores del Nuevo Testamento: a los de Caná les faltaba vino; los discípulos no tenían más que dos panes y cinco pececillos para alimentar a la multitud; y las mujeres en la mañana de Pascua eran conscientes de no poder mover la piedra del sepulcro. Todos esos «no tener», «no poder contar con», «no ser capaces de...», lo mismo que el «no conocer varón» de María en la Anunciación y la respuesta recibida, irán siempre en la misma dirección: «No temas… Nada es imposible para Dios» (Lc 1,37). «No temas, ten fe solamente» (Mc 5,36), escuchará Jairo de labios de Jesús, casi las mismas palabras dirigidas al padre del niño epiléptico: «Todo es posible al que cree» (Mc 9,23).
Es una suerte para nosotros llegar a tocar el límite en el que ya nos es imposible hacer nada: pasar el umbral de nuestra impotencia exige que nuestro poder limitado sea primero reconocido y tomado en cuenta. La Palabra es capaz de romper los muros de nuestros cansinos pesimismos: el vientre seco de Sara y el nuestro van a poder albergar vida; son el vacío y la pobreza, como lo fue el caos primordial, los que posibilitan a Dios crear novedad; cuando nosotros decimos: «inconveniente», «nunca», «imposible», Él dice: «oportunidad», «ahora», «soy yo quien lo hago».
Dios siempre nos sorprende, siempre excede nuestras estrechas expectativas para abrirse camino a partir de nuestros límites.
Voces en las puertas
«Cómo podremos recrear el tono vital en el interior de la Iglesia, cuando estamos sometidos a decepciones que agotan psíquica y emocionalmente? ¿Es posible rehacer la comunión desde la distancia de posiciones y prácticas que duelen gravemente? ¿Seremos capaces de fortalecer el sentimiento de familia sin abandonar legítimas convicciones evangélicas? ¿Quedan espacios para la adhesión leal cuando se vive el exilio interior y la insignificancia social?
El desgaste del ánimo, la pérdida del entusiasmo y el abandono afectivo no construyen la pertenencia, pero tampoco ignoran las dificultades actuales para sentir con la Iglesia. Si la sumisión y el voluntarismo son caminos cortados, y las amarguras o endulzamiento son falsos sucedáneos, ¿qué estrategias pastorales se acreditan para construir esperanzadamente la historia y la adhesión al Pueblo de Dios? ¿Dónde se puede cultivar una nueva sensibilidad para sentir con la Iglesia cuando la institución se desgasta y los tiempos resultan otoñales? Cuando todo falla, quedan las "células madre", aquellas que se identificaron como tesoro escondido, fermento y hontanar de seguimientos. Corresponde a la teología descubrir la capacidad fascinadora de Jesús y su mensaje; y a la pastoral descodificar sus signos ante los desafíos colectivos.
Una de las "células madre" que libera fuerzas motrices para el cambio, pero también conciencia de libertad y responsabilidad disponibles para nuevos dinamismos es la pasión por lo vivo: "Dejen el desencanto para tiempos mejores", reza un graffiti desde un rincón de Centroamérica. Desde el compromiso con la vida no hay espacio para la amargura ni para el desencanto; en ella se alumbran exigencias y esperanzas capaces de suscitar resistencias y nuevas sensibilidades. La fe se ha dado para los descreídos, la esperanza se regala para los desesperanzados, y el amor se pierde cuando no se entrega. La musculatura del ánimo personal y de la resistencia colectiva es la vida misma, trenzada de relaciones y encuentros, de sueños y quimeras, de aspiraciones y deseos. La desilusión y el desencanto se superan mediante objetivos de vida, porque entonces lo secundario y superficial se evapora, las opciones ideológicas se hacen irrelevantes, y el lugar de nacimiento, la clase social y la raza cuentan más bien poco. Cuando los grandes pisotean a los débiles, objetivos de vida son su defensa; cuando la desigualdad entre los países crece, un objetivo de vida es acortar las distancias; cuando niños y niñas malviven en las calles, un objetivo de vida es acercarse a los desvalidos. El desánimo se compadece mal con la pasión por lo vivo. Hay una espiritualidad que sustituye la relación con lo inerte por la pasión por lo vivo, que se despliega en el cuidado de toda vida, en la promoción de contextos habilitantes y en el reconocimiento de la dignidad de toda persona» (J. García Roca).
Cruzando el umbral
CON NICODEMO
Este personaje, que aparece solamente en el evangelio de Juan, comienza su diálogo con Jesús situándose en el terreno de los «saberes»: «Dios te ha enviado como maestro, para enseñarnos…». Pero la respuesta de Jesús debió de resultarle desconcertante: «No se trata de aprender nada, Nicodemo, sino de nacer. El Reino de Dios no es fundamentalmente un objeto de conocimiento: es una vida, una comunicación de vida. No se pasa de la noche a la luz del Reino con un simple progreso en el plano del saber; y del mismo modo que no conoces cómo llega la vida al ser humano dentro del vientre de la mujer encinta, tampoco puedes comprender la obra de Dios que lo hace todo». Frente a la continuidad con un pasado de paciente asimilación, Jesús propone una interrupción, un nuevo comienzo, y echa mano de antiguas tradiciones sobre la acción de un Dios capaz de crear y re-crear, de re-construir, re-hacer y re-novar y que tiene siempre un «agente»: el Espíritu que Dios insufló como aliento sobre el Adán de arcilla y que es capaz de hacer revivir a los huesos secos (Ez 37). Todo el Antiguo Testamento abunda en imágenes de «nuevo nacimiento»: ruinas reconstruidas, heridas curadas, traje de luto convertido en vestido de fiesta, desierto que florece como un jardín, luto cambiado en danza…
Nicodemo responde con formulaciones negativas: la primera, incierta y estupefacta; la segunda, escéptica, revelando la convicción de una imposibilidad. Su reacción es «clónica» de la de Sara: la misma resistencia, el mismo escepticismo ante una promesa que supera sus cálculos: se queda con el verbo «nacer», pero lo encierra en la repetición: «siendo viejo…», «volver al seno…». No es capaz de imaginar nada fuera de una repetición del pasado y lleva la afirmación por el camino de la imposibilidad. Lo mismo que Sara aferrada a su edad, da la vuelta al argumento haciéndolo descansar sobre sus propias posibilidades: se queda en el «nacer», pero se le escapa que ese nacimiento es «de arriba». Su pregunta es: ¿cómo puede un hombre realizar él mismo ese nacimiento…
Jesús le responde usando la pasiva: hay que dejar de tomarse a uno mismo como dueño del propio destino, porque todo lo que es verdaderamente importante en la vida no se deja conquistar, sino sólo recibir. Antes de cualquier esfuerzo humano, Dios sienta la base para un nuevo ser del hombre, y por eso no se trata de desandar el camino ni de esforzarse, sino de ser engendrado. Es una acción de Dios a la que se responde aceptándola; es una novedad absoluta, muy distinta de poner remiendos, porque de lo que se trata no es de «entrar en el vientre», sino de «entrar en el Reino», es decir, en ese ámbito donde adherirse y vincularse de modo estable a Jesús.
Nuestras propias dudas, escepticismos y torpezas hacen de nosotros unos interlocutores de Jesús tan reticentes como Nicodemo. Como él, nos aferramos a nuestras cerriles suspicacias: «¿Cambiar a mi edad? ¿Que va a cambiar el otro? ¡Por favor, no me tomen el pelo! Yo estoy con lo del refrán: "Genio y figura, hasta la sepultura…". ¡Pero si hasta lo dice el Eclesiastés, que ahora le dicen Qohélet: "Lo que pasó, eso pasará, lo que sucedió, eso sucederá; no hay nada nuevo bajo el sol"…!» (Qo 1,9).
Estamos invitados a dejar atrás nuestro aferramiento al pasado, a los viejas prejuicios que niegan a Dios la capacidad de intervenir en nuestra propia vida. Los viejos odres de nuestras convicciones escleróticas pueden estallar ante el vino joven del Reino, si dejamos que irrumpa en nosotros con su novedad.
Tertulia de pensionistas
UN TEXTO BÍBLICO
«Un árbol tiene esperanza: aunque lo corten, vuelve a rebrotar y no deja de echar renuevos; aunque envejezcan sus raíces en tierra y el tocón esté amortecido entre terrones, al olor del agua reverdece y echa follaje como planta joven. Pero el hombre muere y queda inerte. ¿Adónde va el hombre cuando expira? » (Jb 14,7-10).
UN TESTIMONIO
«"Por qué te reíste, Sara?" -me preguntó Queturá-. Le respondí: "Tú aún eres joven, pero tu cuerpo te irá enseñando lo que toda mujer aprende al ritmo de la ausencia o presencia de la sangre. Mi risa no era burla, sino sabiduría acumulada en la escucha atenta de mi ser. Yo sabía que la sangre había desaparecido definitivamente de mi cuerpo; que mis tiempos fecundos ya no eran míos, ni tan siquiera como posibilidad; que mis pechos no podían alimentar una nueva vida. El anuncio del final de mi esterilidad tocó la esperanza que latía en mí y halló eco en mi interior. Iba a ser madre de un hijo y matriarca de un gran pueblo. La risa que nacía de una sabiduría acumulada en la experiencia se hacía una con la sorpresa alegre que sentía latir la vida en medio de la muerte. A mi hijo le puse el de Isaac y se lo expliqué a todos: Dios me ha dado de qué reír; y todo el que lo oiga reirá conmigo"».
UNA OPINIÓN
«No se improvisa ser viejo: se va haciendo. Desde el niño, desde el joven, desde el adulto. La vejez tiene dentro todas esas edades ¿Cómo va a estar sola si la acompañan la curiosidad, la sorpresa y la admiración que formaron su infancia; el entusiasmo, la generosidad, el ímpetu que formaron su juventud; la reflexión, la ponderación y la serenidad que formaron su madurez? La soledad del viejo es el producto de las anteriores. […] Para ello no hay que mirar atrás con insistencia; no hay que empeñarse en que este sentimiento, esta mano, este mediodía hubiesen sido más hermosos hace veinte o cuarenta años: la vida es hoy; lo anterior fue un modo, bueno o malo, de llegar hasta aquí» (A. Gala).
UNA ESTADÍSTICA
«En la actualidad hay casi medio millón de personas mayores de sesenta y cinco años (437.800) que cuidan diariamente niños, el 6,3 por 100 de las personas de edad; pero en los años difíciles del desarrollo y la emigración fueron muchos más. Aunque la encuesta no dice que sean sus nietos, puede imaginarse que es así en la mayoría de los casos. Hoy lo más frecuente es que les dediquen menos de veinte horas semanales, pero algunos les dedican mucho más tiempo, unas veintidós horas semanales. Si las abuelas hicieran huelga de cuidar nietos y enfermos mayores, su efecto sobre la economía nacional sería mucho más decisiva que la huelga de conductores de autobuses o de controladores aéreos»
UNA PROPUESTA
Hacer recuento de algunos proyectos frustrados del tipo:
- «Yo siempre tuve en el horizonte aprender a conducir en cuanto tuviera tiempo, hasta que de pronto me di cuenta de que ya se me había pasado la edad».
- «Siempre quise llegar a hablar bien inglés, pero ya he abandonado mi sueño porque, después de tanto esfuerzo, los nativos sólo me entienden cuando digo frases elementales del tipo: «I have a dog» o «My taylor is rich», informaciones por las que suelen mostrarse escasamente interesados».
Y llega la gente y ve, lee, y hasta comenta. Y a veces cómo comenta, que hay que verlo.
Y se van llenando los post de milagrosa manera. Y donde no pusiste nada que valiera la pena, resulta que se va enriqueciendo a costa del sudor ajeno, de su pluma, de su saber, de su experiencia, de su sensibilidad, y hasta de su tiempo que vale lo que vale, que por ahí nadie regala nada y menos de su vida.
En total, que yo aquí tendría que poner nombres de personas que me han adornado y dado sentido a lo que yo solo no habría conseguido sacar del más simple anonimato. Pero como no quiero que nadie se sienta mirado, ni que le salgan los colores, que son tímidos y vergonzosos, pues no lo hago.
Pero sí les ofrezco esto, que tampoco es mío, sino de una tía fetén, que se llama Dolores Aleixandre. De un libro suyo que quiero publicitar, porque algo tiene que salir ella ganando con todo esto. Se llama “LAS PUERTAS DE LA TARDE: ENVEJECER CON ESPLENDOR”. Editado en Sal Terrae. Santander 2007.
Para que veáis os pongo un trocito, que no tengo permiso pero ella seguro que sí me lo concede. Es una auténtica gozada.
Sara y Nicodemo: una pareja de escépticos
Supone un gran consuelo para nosotros el que bastantes personajes bíblicos aparezcan con evidentes defectos e imperfecciones. Todo lo contrario de las antiguas biografías de santos que los mostraban llenos de virtudes desde su infancia y que, después de una trayectoria en flecha, 'morían exclamando «¡Fiat! ¡Alleluia!». Con los hombres y mujeres de la Biblia no ocurre eso, sino que sus reacciones y actitudes son tan semejantes a las nuestras que podemos reconocer en ellos nuestras luchas, resistencias, fallos y búsquedas. Y asistir también a la transformación conseguida por la gracia en ellos nos permite seguir esperando que se produzca también en nosotros.
Sara, la mujer de Abraham, vieja y estéril, puede servirnos de espejo si la vejez amenaza con instalarnos en la actitud escéptica y desengañada de quien está de vuelta de casi todo y acude con frecuencia a la pretendida sabiduría de esos refranes de sabor amargo. Ésa fue la reacción de Sara cuando, sentada a las puertas de la tienda en el encinar de Mambré, escuchó el anuncio de que iba a tener un hijo:
«Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus períodos, y Sara se rió por lo bajo, pensando: "Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?". Pero el Señor dijo a Abrahán: "¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: '¿Cómo voy a tener un hijo, a mis años?' ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo". Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: "No me he reído". Él replicó: "No lo niegues, te has reído" (Gn 18,11-15).
La respuesta que recibe va dirigida, no tanto a su risa, cuanto a la incredulidad que refleja y a su realismo, incapaz de trascender sus propios límites. La pregunta ¿Hay algo difícil para Dios? no va dirigida a las posibilidades de Sara, sino a las de Dios; y su recuerdo encierra una energía subversiva capaz de despertar esperanzas dormidas, invitando a cambiar de perspectivas y de significado: la esterilidad ha perdido su poder de muerte y deja de cerrar el futuro para convertirse en ocasión de irrupción del poder de Dios, dador de vida y de fecundidad. Dios vuelve a revelarse como vencedor de cualquier incapacidad, imposibilidad o límite, porque cuando éstos son reconocidos, aceptados y celebrados, en vez de encerrar en un recinto sin salida, se convierten en la ventana por donde entra la fuerza creadora del Espíritu.
«Allí donde terminan nuestras posibilidades, empiezan las de Dios», nos repiten de mil maneras los autores del Nuevo Testamento: a los de Caná les faltaba vino; los discípulos no tenían más que dos panes y cinco pececillos para alimentar a la multitud; y las mujeres en la mañana de Pascua eran conscientes de no poder mover la piedra del sepulcro. Todos esos «no tener», «no poder contar con», «no ser capaces de...», lo mismo que el «no conocer varón» de María en la Anunciación y la respuesta recibida, irán siempre en la misma dirección: «No temas… Nada es imposible para Dios» (Lc 1,37). «No temas, ten fe solamente» (Mc 5,36), escuchará Jairo de labios de Jesús, casi las mismas palabras dirigidas al padre del niño epiléptico: «Todo es posible al que cree» (Mc 9,23).
Es una suerte para nosotros llegar a tocar el límite en el que ya nos es imposible hacer nada: pasar el umbral de nuestra impotencia exige que nuestro poder limitado sea primero reconocido y tomado en cuenta. La Palabra es capaz de romper los muros de nuestros cansinos pesimismos: el vientre seco de Sara y el nuestro van a poder albergar vida; son el vacío y la pobreza, como lo fue el caos primordial, los que posibilitan a Dios crear novedad; cuando nosotros decimos: «inconveniente», «nunca», «imposible», Él dice: «oportunidad», «ahora», «soy yo quien lo hago».
Dios siempre nos sorprende, siempre excede nuestras estrechas expectativas para abrirse camino a partir de nuestros límites.
Voces en las puertas
«Cómo podremos recrear el tono vital en el interior de la Iglesia, cuando estamos sometidos a decepciones que agotan psíquica y emocionalmente? ¿Es posible rehacer la comunión desde la distancia de posiciones y prácticas que duelen gravemente? ¿Seremos capaces de fortalecer el sentimiento de familia sin abandonar legítimas convicciones evangélicas? ¿Quedan espacios para la adhesión leal cuando se vive el exilio interior y la insignificancia social?
El desgaste del ánimo, la pérdida del entusiasmo y el abandono afectivo no construyen la pertenencia, pero tampoco ignoran las dificultades actuales para sentir con la Iglesia. Si la sumisión y el voluntarismo son caminos cortados, y las amarguras o endulzamiento son falsos sucedáneos, ¿qué estrategias pastorales se acreditan para construir esperanzadamente la historia y la adhesión al Pueblo de Dios? ¿Dónde se puede cultivar una nueva sensibilidad para sentir con la Iglesia cuando la institución se desgasta y los tiempos resultan otoñales? Cuando todo falla, quedan las "células madre", aquellas que se identificaron como tesoro escondido, fermento y hontanar de seguimientos. Corresponde a la teología descubrir la capacidad fascinadora de Jesús y su mensaje; y a la pastoral descodificar sus signos ante los desafíos colectivos.
Una de las "células madre" que libera fuerzas motrices para el cambio, pero también conciencia de libertad y responsabilidad disponibles para nuevos dinamismos es la pasión por lo vivo: "Dejen el desencanto para tiempos mejores", reza un graffiti desde un rincón de Centroamérica. Desde el compromiso con la vida no hay espacio para la amargura ni para el desencanto; en ella se alumbran exigencias y esperanzas capaces de suscitar resistencias y nuevas sensibilidades. La fe se ha dado para los descreídos, la esperanza se regala para los desesperanzados, y el amor se pierde cuando no se entrega. La musculatura del ánimo personal y de la resistencia colectiva es la vida misma, trenzada de relaciones y encuentros, de sueños y quimeras, de aspiraciones y deseos. La desilusión y el desencanto se superan mediante objetivos de vida, porque entonces lo secundario y superficial se evapora, las opciones ideológicas se hacen irrelevantes, y el lugar de nacimiento, la clase social y la raza cuentan más bien poco. Cuando los grandes pisotean a los débiles, objetivos de vida son su defensa; cuando la desigualdad entre los países crece, un objetivo de vida es acortar las distancias; cuando niños y niñas malviven en las calles, un objetivo de vida es acercarse a los desvalidos. El desánimo se compadece mal con la pasión por lo vivo. Hay una espiritualidad que sustituye la relación con lo inerte por la pasión por lo vivo, que se despliega en el cuidado de toda vida, en la promoción de contextos habilitantes y en el reconocimiento de la dignidad de toda persona» (J. García Roca).
Cruzando el umbral
CON NICODEMO
Este personaje, que aparece solamente en el evangelio de Juan, comienza su diálogo con Jesús situándose en el terreno de los «saberes»: «Dios te ha enviado como maestro, para enseñarnos…». Pero la respuesta de Jesús debió de resultarle desconcertante: «No se trata de aprender nada, Nicodemo, sino de nacer. El Reino de Dios no es fundamentalmente un objeto de conocimiento: es una vida, una comunicación de vida. No se pasa de la noche a la luz del Reino con un simple progreso en el plano del saber; y del mismo modo que no conoces cómo llega la vida al ser humano dentro del vientre de la mujer encinta, tampoco puedes comprender la obra de Dios que lo hace todo». Frente a la continuidad con un pasado de paciente asimilación, Jesús propone una interrupción, un nuevo comienzo, y echa mano de antiguas tradiciones sobre la acción de un Dios capaz de crear y re-crear, de re-construir, re-hacer y re-novar y que tiene siempre un «agente»: el Espíritu que Dios insufló como aliento sobre el Adán de arcilla y que es capaz de hacer revivir a los huesos secos (Ez 37). Todo el Antiguo Testamento abunda en imágenes de «nuevo nacimiento»: ruinas reconstruidas, heridas curadas, traje de luto convertido en vestido de fiesta, desierto que florece como un jardín, luto cambiado en danza…
Nicodemo responde con formulaciones negativas: la primera, incierta y estupefacta; la segunda, escéptica, revelando la convicción de una imposibilidad. Su reacción es «clónica» de la de Sara: la misma resistencia, el mismo escepticismo ante una promesa que supera sus cálculos: se queda con el verbo «nacer», pero lo encierra en la repetición: «siendo viejo…», «volver al seno…». No es capaz de imaginar nada fuera de una repetición del pasado y lleva la afirmación por el camino de la imposibilidad. Lo mismo que Sara aferrada a su edad, da la vuelta al argumento haciéndolo descansar sobre sus propias posibilidades: se queda en el «nacer», pero se le escapa que ese nacimiento es «de arriba». Su pregunta es: ¿cómo puede un hombre realizar él mismo ese nacimiento…
Jesús le responde usando la pasiva: hay que dejar de tomarse a uno mismo como dueño del propio destino, porque todo lo que es verdaderamente importante en la vida no se deja conquistar, sino sólo recibir. Antes de cualquier esfuerzo humano, Dios sienta la base para un nuevo ser del hombre, y por eso no se trata de desandar el camino ni de esforzarse, sino de ser engendrado. Es una acción de Dios a la que se responde aceptándola; es una novedad absoluta, muy distinta de poner remiendos, porque de lo que se trata no es de «entrar en el vientre», sino de «entrar en el Reino», es decir, en ese ámbito donde adherirse y vincularse de modo estable a Jesús.
Nuestras propias dudas, escepticismos y torpezas hacen de nosotros unos interlocutores de Jesús tan reticentes como Nicodemo. Como él, nos aferramos a nuestras cerriles suspicacias: «¿Cambiar a mi edad? ¿Que va a cambiar el otro? ¡Por favor, no me tomen el pelo! Yo estoy con lo del refrán: "Genio y figura, hasta la sepultura…". ¡Pero si hasta lo dice el Eclesiastés, que ahora le dicen Qohélet: "Lo que pasó, eso pasará, lo que sucedió, eso sucederá; no hay nada nuevo bajo el sol"…!» (Qo 1,9).
Estamos invitados a dejar atrás nuestro aferramiento al pasado, a los viejas prejuicios que niegan a Dios la capacidad de intervenir en nuestra propia vida. Los viejos odres de nuestras convicciones escleróticas pueden estallar ante el vino joven del Reino, si dejamos que irrumpa en nosotros con su novedad.
Tertulia de pensionistas
UN TEXTO BÍBLICO
«Un árbol tiene esperanza: aunque lo corten, vuelve a rebrotar y no deja de echar renuevos; aunque envejezcan sus raíces en tierra y el tocón esté amortecido entre terrones, al olor del agua reverdece y echa follaje como planta joven. Pero el hombre muere y queda inerte. ¿Adónde va el hombre cuando expira? » (Jb 14,7-10).
UN TESTIMONIO
«"Por qué te reíste, Sara?" -me preguntó Queturá-. Le respondí: "Tú aún eres joven, pero tu cuerpo te irá enseñando lo que toda mujer aprende al ritmo de la ausencia o presencia de la sangre. Mi risa no era burla, sino sabiduría acumulada en la escucha atenta de mi ser. Yo sabía que la sangre había desaparecido definitivamente de mi cuerpo; que mis tiempos fecundos ya no eran míos, ni tan siquiera como posibilidad; que mis pechos no podían alimentar una nueva vida. El anuncio del final de mi esterilidad tocó la esperanza que latía en mí y halló eco en mi interior. Iba a ser madre de un hijo y matriarca de un gran pueblo. La risa que nacía de una sabiduría acumulada en la experiencia se hacía una con la sorpresa alegre que sentía latir la vida en medio de la muerte. A mi hijo le puse el de Isaac y se lo expliqué a todos: Dios me ha dado de qué reír; y todo el que lo oiga reirá conmigo"».
UNA OPINIÓN
«No se improvisa ser viejo: se va haciendo. Desde el niño, desde el joven, desde el adulto. La vejez tiene dentro todas esas edades ¿Cómo va a estar sola si la acompañan la curiosidad, la sorpresa y la admiración que formaron su infancia; el entusiasmo, la generosidad, el ímpetu que formaron su juventud; la reflexión, la ponderación y la serenidad que formaron su madurez? La soledad del viejo es el producto de las anteriores. […] Para ello no hay que mirar atrás con insistencia; no hay que empeñarse en que este sentimiento, esta mano, este mediodía hubiesen sido más hermosos hace veinte o cuarenta años: la vida es hoy; lo anterior fue un modo, bueno o malo, de llegar hasta aquí» (A. Gala).
UNA ESTADÍSTICA
«En la actualidad hay casi medio millón de personas mayores de sesenta y cinco años (437.800) que cuidan diariamente niños, el 6,3 por 100 de las personas de edad; pero en los años difíciles del desarrollo y la emigración fueron muchos más. Aunque la encuesta no dice que sean sus nietos, puede imaginarse que es así en la mayoría de los casos. Hoy lo más frecuente es que les dediquen menos de veinte horas semanales, pero algunos les dedican mucho más tiempo, unas veintidós horas semanales. Si las abuelas hicieran huelga de cuidar nietos y enfermos mayores, su efecto sobre la economía nacional sería mucho más decisiva que la huelga de conductores de autobuses o de controladores aéreos»
UNA PROPUESTA
Hacer recuento de algunos proyectos frustrados del tipo:
- «Yo siempre tuve en el horizonte aprender a conducir en cuanto tuviera tiempo, hasta que de pronto me di cuenta de que ya se me había pasado la edad».
- «Siempre quise llegar a hablar bien inglés, pero ya he abandonado mi sueño porque, después de tanto esfuerzo, los nativos sólo me entienden cuando digo frases elementales del tipo: «I have a dog» o «My taylor is rich», informaciones por las que suelen mostrarse escasamente interesados».
Tu tía escribe genial...Sin duda, una escritora, y de paso està muy "dateada" en cuanto a las narraciones bíblicas.
ResponderEliminarDile por favor que en mì tiene un admirador ¿Me puedes dar su correo para contactarla?
Oye, esto de la moderación es nuevo. ¿Te ha pasado algo? Si no quieres publicar la pregunta no lo hagas, pero quizás puedas contestarme de otro modo. Creo que dejé un comentario en un post anterior, pero no apareció. Quizás no lo consideraste conveniente. Yo hablo con extrema libertad y no se a veces si es adecuado. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarUna brizna de humor, dos partes de buen gusto, salpimentar a placer, cocer a fuego lento, evitar que se pegue y remover con alegría... he ahi los ingredientes que precisa un texto que nos ayuda a entender mejor la vida y a vivirla comm'il faut, es decir, con confianza, con ilusión, con sentido de la solidaridad, con empeño de hacer de cada día el mejor de nuetra vida. Gracias por este extracto. Dice mucho de tu categoría y buen hacer y mejor leer
ResponderEliminarUna brizna de humor, dos partes de buen gusto, salpimentar a placer, cocer a fuego lento, evitar que se pegue y remover con alegría... he ahi los ingredientes que precisa un texto que nos ayuda a entender mejor la vida y a vivirla comm'il faut, es decir, con confianza, con ilusión, con sentido de la solidaridad, con empeño de hacer de cada día el mejor de nuetra vida. Gracias por este extracto. Dice mucho de tu categoría y buen hacer y mejor leer
ResponderEliminarQuerido Miguel Ángel: Me mandaste este texto en el comentario a la carta que yo le dedique a mi nieta SARA.
ResponderEliminarMe pareció precioso, para reflexionar.
Ahora me quedo con otro trocito:
"UNA OPINIÓN"
"No se improvisa ser viejo, se va haciendo.
No hay que mirar atrás con insistencia, la vida es hoy..."
(Delicioso Antonio Gala).
Gracias por acercarnos estas palabras, estas reflexiones.
Un abrazo.
¡¡Gracias por este adelanto!! Todo cuanto sale de su corazón es extraordinario.
ResponderEliminarSus ojos, su mirada, su sonrisa, sus manos cuando habla, son de un expresividad formidable; te deja "encandilada"
El incansable caminante... ¿cuando tu vuelta? hay mucho silencio en el "portal".
Un abrazo agradecido. mª pilar