¡Hay que ver cómo son los perros!
De Moli ya he hablado, la perra libertaria y cabezota, que se va cuando le da la gana, pero vuelve, eso sí, que sabe dónde está su casa. Le mando, le digo, me mira, se gira y me ofrece sus ilustres posaderas como diciendo, por un oído me entra y por el otro me sale. Pero es fiel, y cariñosa, cuando quiere por supuesto. Es mi Moli.
Pancho es otra cosa. No es mío, que sólo lo comparto. Si estoy quieto él se tumba, muy pegado, a los pies, a las patas de la silla, o de la cama, o de lo que sea en que yo esté subido. Silencioso, sin moverse. Si me giro lo pillo, o lo achucho, él se queja, yo tropiezo y no me caigo porque estoy echo un chaval. Si me muevo o me levanto, se mete entre mis piernas, supongo para decirme sin mí tú no te vas. Y es que le gusta correr y saltar, aunque sea del ramal; que también lo hace suelto, por el campo y el pinar. Y entre mis piernas, me tropiezo que es un gusto, y le grito, y salto por encima, y al final, por suerte no me caigo. Y así una, y otra, y otras más, y muchísimas veces.
Pero eso sí que no, que Pancho no tropieza, al menos en lo que yo sé, dos veces en la misma piedra. Que yo sí, vaya si tropiezo, no dos, sino dos mil, o más, que vaya usted a saber cuantos tropezones ha habido en mi pequeña historia.
Ya desde pequeño, yo metía la gamba donde fuera que cupiera mi extremidad.
Recuerdo, por ejemplo, una vez que quise saber qué tenía dentro la plancha eléctrica de casa. La despanzurré, la volví a montar, y sobraron piezas. Mi madre, por supuesto, aquel día no planchó. Tampoco hacía falta. Pero ella era muy lista. Me vio nervioso, me llamó, o no me llamó que ya no me acuerdo, tal vez fue desde la cocina o tejiendo, que lo hacía como los ángeles de bien y de rápido y de prieto, o ¿fue tocando el piano? Es igual, lo que importa es lo que dijo: “El que tropieza y no cae, avanza dos pasos”. Yo, chaval, oí sin entender, pero me tranquilicé. No había sido mucha la avería y volvía a salir salvo del pantano. El pantano era mi padre, de menos palabras y más contundente.
El caso es que yo he sido siempre muy tropezón. Otra vez llené de morceñas la sartén sobre la lumbre de paja, que me metí a “cocinilla” con el fuelle familiar.
Corriendo no, que ya he dicho que estoy hecho un mulo, y corro como una liebre, nado como un delfín…
Los tropiezos los he dado en la vida, con la gente, con los jefes, en situaciones concretas y en otras inconcretas. Siempre he dado la nota, siempre he hablado a deshora, siempre mi voz alta ha desentonado, y siempre ha habido ocasión para meterme en charcos, o en jardines, o en laberintos muy refinados. Como cuando llegué al pueblo destinado, en pantalón acampanado color lila o rosa, que ya ni me acuerdo (pero eso sí, que no lo compré, que era prestado). Era 1975.
De algunos no he sacado sino la cabeza fría y el culo más frío aún; de otros la cabeza se fue calentando, pero los pies no había manera que reaccionaran con el calor, o sea, fríos. El culo caliente lo he tenido muchas veces, y la cabeza sonando los redobles de tambor o campanazos otras más. Y así, barajando variaciones, todo un rosario de situaciones.
Los he tenido señalados, vamos de esos que no se olvidan, que me han dejado hondas marcas, no en el cuerpo, sí en el alma.
A estas alturas del recuerdo, tropezones y zancadillas es lo mismo. Que lo primero lo hago yo y lo segundo me lo hacen, pero quien sufre las consecuencias al fin y al cabo es un servidor.
Anoche me tropezaron. Sí, ya sé que es incorrecta la expresión, pero fue real y cierta. Si hubiera sido yo solo, diría tropecé. Si hubiera sida ajena la voluntad y la acción, tendría que emplear: me pusieron la zancadilla. Pero no, que al parecer la intención fue de dos, vete tú a saber porqué, vaya también con el paraqué; así que yo tropecé, la otra parte me zancadilleó, en resumen: me tropezó.
No sé decir más, tal vez no haga falta. Bueno sí, recordar, sólo recordar, sin imponer, sin proponer siquiera; bueno, a lo mejor como susurrando: Saulo de Tarso, San Pablo para más claro, el campeón de la fe, tan honrado, tan vituperado, cuenta cómo empezó para él todo a ser nuevo cuando alguien se puso junto a él, que no dice si por detrás o delante, por un lado o por otro, ni siquiera si fue desde arriba; el caso es que él se cayó del caballo, o le descabalgaron, o el caballo se cayó y le arrastró, o pesaba tanto que el caballo se arringó, o, en fin, ya le rondaba por la cabeza desde hacía tiempo que lo que hacía no estaba bien. También, también pudo ser que la compañía que llevaba estaba tan harta de sus manías que todos juntos lo tumbaron. También pudo ser así, ¿verdad?
Y anoche a mí, patoso entre los patosos, me “zurraron de lo lindo” cuando me di en la espinilla o me dieron, que todavía no lo tengo claro.
Si tienes paciencia y un rato disponible copia y pega donde debas, y lee que la letra puede aumentar a tu gusto y necesidad: http://www.atrio.org/?p=696
Para, para, ni copies ni pegues:
(No tengo permiso expreso para ofrecer esta cita, pero supongo que como está en la pública red, no habrá ningún inconveniente. De todas formas y en cualquier caso, yo acepto mi responsabilidad y asumiré todos los gastos, si tengo suficiente).
P.D.
Perdonad lo de arriba, es que una gentil dama me ha enseñado a poner el link (se dice así ¿no?) debidamente. Lo he cambiado, he mirado, me he girado, fuime, y aquí no ha pasado nada.
De Moli ya he hablado, la perra libertaria y cabezota, que se va cuando le da la gana, pero vuelve, eso sí, que sabe dónde está su casa. Le mando, le digo, me mira, se gira y me ofrece sus ilustres posaderas como diciendo, por un oído me entra y por el otro me sale. Pero es fiel, y cariñosa, cuando quiere por supuesto. Es mi Moli.
Pancho es otra cosa. No es mío, que sólo lo comparto. Si estoy quieto él se tumba, muy pegado, a los pies, a las patas de la silla, o de la cama, o de lo que sea en que yo esté subido. Silencioso, sin moverse. Si me giro lo pillo, o lo achucho, él se queja, yo tropiezo y no me caigo porque estoy echo un chaval. Si me muevo o me levanto, se mete entre mis piernas, supongo para decirme sin mí tú no te vas. Y es que le gusta correr y saltar, aunque sea del ramal; que también lo hace suelto, por el campo y el pinar. Y entre mis piernas, me tropiezo que es un gusto, y le grito, y salto por encima, y al final, por suerte no me caigo. Y así una, y otra, y otras más, y muchísimas veces.
Pero eso sí que no, que Pancho no tropieza, al menos en lo que yo sé, dos veces en la misma piedra. Que yo sí, vaya si tropiezo, no dos, sino dos mil, o más, que vaya usted a saber cuantos tropezones ha habido en mi pequeña historia.
Ya desde pequeño, yo metía la gamba donde fuera que cupiera mi extremidad.
Recuerdo, por ejemplo, una vez que quise saber qué tenía dentro la plancha eléctrica de casa. La despanzurré, la volví a montar, y sobraron piezas. Mi madre, por supuesto, aquel día no planchó. Tampoco hacía falta. Pero ella era muy lista. Me vio nervioso, me llamó, o no me llamó que ya no me acuerdo, tal vez fue desde la cocina o tejiendo, que lo hacía como los ángeles de bien y de rápido y de prieto, o ¿fue tocando el piano? Es igual, lo que importa es lo que dijo: “El que tropieza y no cae, avanza dos pasos”. Yo, chaval, oí sin entender, pero me tranquilicé. No había sido mucha la avería y volvía a salir salvo del pantano. El pantano era mi padre, de menos palabras y más contundente.
El caso es que yo he sido siempre muy tropezón. Otra vez llené de morceñas la sartén sobre la lumbre de paja, que me metí a “cocinilla” con el fuelle familiar.
Corriendo no, que ya he dicho que estoy hecho un mulo, y corro como una liebre, nado como un delfín…
Los tropiezos los he dado en la vida, con la gente, con los jefes, en situaciones concretas y en otras inconcretas. Siempre he dado la nota, siempre he hablado a deshora, siempre mi voz alta ha desentonado, y siempre ha habido ocasión para meterme en charcos, o en jardines, o en laberintos muy refinados. Como cuando llegué al pueblo destinado, en pantalón acampanado color lila o rosa, que ya ni me acuerdo (pero eso sí, que no lo compré, que era prestado). Era 1975.
De algunos no he sacado sino la cabeza fría y el culo más frío aún; de otros la cabeza se fue calentando, pero los pies no había manera que reaccionaran con el calor, o sea, fríos. El culo caliente lo he tenido muchas veces, y la cabeza sonando los redobles de tambor o campanazos otras más. Y así, barajando variaciones, todo un rosario de situaciones.
Los he tenido señalados, vamos de esos que no se olvidan, que me han dejado hondas marcas, no en el cuerpo, sí en el alma.
A estas alturas del recuerdo, tropezones y zancadillas es lo mismo. Que lo primero lo hago yo y lo segundo me lo hacen, pero quien sufre las consecuencias al fin y al cabo es un servidor.
Anoche me tropezaron. Sí, ya sé que es incorrecta la expresión, pero fue real y cierta. Si hubiera sido yo solo, diría tropecé. Si hubiera sida ajena la voluntad y la acción, tendría que emplear: me pusieron la zancadilla. Pero no, que al parecer la intención fue de dos, vete tú a saber porqué, vaya también con el paraqué; así que yo tropecé, la otra parte me zancadilleó, en resumen: me tropezó.
No sé decir más, tal vez no haga falta. Bueno sí, recordar, sólo recordar, sin imponer, sin proponer siquiera; bueno, a lo mejor como susurrando: Saulo de Tarso, San Pablo para más claro, el campeón de la fe, tan honrado, tan vituperado, cuenta cómo empezó para él todo a ser nuevo cuando alguien se puso junto a él, que no dice si por detrás o delante, por un lado o por otro, ni siquiera si fue desde arriba; el caso es que él se cayó del caballo, o le descabalgaron, o el caballo se cayó y le arrastró, o pesaba tanto que el caballo se arringó, o, en fin, ya le rondaba por la cabeza desde hacía tiempo que lo que hacía no estaba bien. También, también pudo ser que la compañía que llevaba estaba tan harta de sus manías que todos juntos lo tumbaron. También pudo ser así, ¿verdad?
Y anoche a mí, patoso entre los patosos, me “zurraron de lo lindo” cuando me di en la espinilla o me dieron, que todavía no lo tengo claro.
Si tienes paciencia y un rato disponible copia y pega donde debas, y lee que la letra puede aumentar a tu gusto y necesidad: http://www.atrio.org/?p=696
Para, para, ni copies ni pegues:
(No tengo permiso expreso para ofrecer esta cita, pero supongo que como está en la pública red, no habrá ningún inconveniente. De todas formas y en cualquier caso, yo acepto mi responsabilidad y asumiré todos los gastos, si tengo suficiente).
P.D.
Perdonad lo de arriba, es que una gentil dama me ha enseñado a poner el link (se dice así ¿no?) debidamente. Lo he cambiado, he mirado, me he girado, fuime, y aquí no ha pasado nada.
Yo te cuento como hacer para que un enlace te salga directamente jeje
ResponderEliminarEl artículo lo leo luego que es muy largo y estamos en el descanso del Athletic-Barça y estoy de los nervios :-))
Cuando tu escribes un artículo, en la ventana que usas para escribirlo tienes varias opciones (poner negritas, cursivas, cambiar el color de la letra, etc.) una de las opciones está al lado derecho del cambio de color y es un simbolito raro... si pasas el cursor suavemente por encima de los símbolos verás que allí dice "enlace"
Clica aqui
Bueno, pues tu estás redactando un texto y, por ejemplo quieres que, cuando digas Valladolid, clicando en la palabra, aparezca un plano de Valladolid, ¿vale? Pues selecciona con el ratón la palabra Valladolid y, cuando la tengas seleccionada, clica sobre ese simbolo que te digo que es para "enlace" entonces se te abrirá una pequeña venanita, copia allí la url, dale al "aceptar" y ya habrás conectado la palabra con la url :-))
Me voy a seguir sufriendo...
Espero que haya salido bien, porque con eso de la "moderación de mensajes" nunca me entero de cómo queda lo que pongo...
ResponderEliminarA mi no hace falta que me pongan zancadillas, ya tropiezo yo solita...
ResponderEliminarGenial el link, eh? :-))
Y, encima, hemos ganado!! Eto'o es imprescindible.
Lo lamento por el Valladolid... para empezar, mi marido le tiene mucho cariño a la ciudad (recuerdos infantiles que pasó con unos muy buenos amigos de sus padres) y, además, tenía un "1" en la quiniela... qué le vamos a hacer :-)
¡¡Has quitado la moderación de comentarios!! jejeje :-))
ResponderEliminarSí he quitado la moderación para que tengáis más libertad de ex-pre-sión. ¡Nadie nos podrá callar!
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