Esta vez tocó colocarse en el lado izquierdo. Había
sitio de sobra, estaba completamente vacío cuando entré en la sala. Todo el
personal había ocupado ya el lado derecho respecto de la presidencia y el
central, justo enfrente de ella. Así que me dije, esta es la mía. De siempre me
ha gustado la primera fila. No sólo por la vista diáfana, también por
deferencia hacia la persona que habla, que, digo yo, gustará la proximidad y no
los espacios vacíos en su inmediatez. El caso es que nadie más se atrevió, o se
le ocurrió, posicionarse en aquel lado. De modo que estuve solo durante la
primera “conferencia”. Por ello, no pude verle la cara completa, sólo su perfil
derecho; no me miró ni una sola vez, ¿para qué? El carmelita sabía de lo que
hablaba y tenía pedagogía. Paco Oreja cantó y nos hizo cantar con sentimiento
teresiano, adentrándonos en la mística mistagógicamente. ¿Se dice así, o está
mal expresado? Nos habló de Dios, de su misericordia, de san Pablo, de santa
Teresa, de la futura santa Isabel de la Trinidad, para concluir con una larga
plegaria de la que no estoy seguro haber entendido todo.
En la segunda, Jesús, mi amigo del alma y de otra
muchas cosas, quiso compartir conmigo soledad y primer puesto. Y lo
consiguió. Tuve así la suerte de poder cuchichear con él sobre el tema que nos
ocupaba y criticar lo que nos pareció. Era Jesús esta vez el disertador. No
confundirse, que este nombre está múltiplemente utilizado. Este otro Jesús,
como digo, hizo una exposición clara, cronista, de lo acontecido en los últimos
meses, y avanzó una profunda reflexión sobre lo que estamos haciendo,
celebrando, y el modo en que nos manifestamos el Domingo, día central donde los
haya. Quiso llamar nuestra atención sobre acentos, tildes, comas y entonación.
Y tal vez esté en lo cierto, o sólo hablara de oídas. El caso es que apenas
conseguí comprobar una de las muchas citas que empleó, y esta es de Francisco
en su Evangelii Gaudium: «Señor,
me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra
vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor,
acéptame una vez más entre tus brazos redentores».
Tal vez porque está justo al principio de la exhortación papal. Fue muy
contundente, y no cayó en la cuenta de que servidor no tiene agilidad ni
memoriza todo lo que lee.
En un momento dado, Jesús mi compañero, dirigió una
pregunta al Jesús “charlista”, y, como quiera que la respuesta del mismo no me
gustara hacia mi acompañante, mis gestos reflejos, para nada voluntarios,
hicieron pensar que yo tenía algo que decir. Y fui invitado a expresarme.
Decliné amablemente la sugerencia, porque una cosa es visibilizar y otro bien
distinta verbalizar. Después, en pequeño grupo, comprobé que había hecho bien
callando.
En la tercera, volví a insistir en la localización.
Pero esta vez ya estaba ocupada aquella sección al fondo y a la izquierda, y
gocé de más compañía. Afortunadamente, porque era la mañana del ultimo día y ya
había perdido el interés primero. Y eso que Luis, nuestro flamante nuevo obispo
y también amigo, se esforzó en exponernos el programa diocesano para el curso
que iniciamos y nos lanzó los cuatro retos a tener en cuenta: 1º cuidar la
celebración dominical como día del Señor; 2º profundizar en la pastoral
familiar; 3º seguir avanzando en la implantación de la Acción Católica en las
parroquias y 4º simplificar la estructura organizativa de la Diócesis.
Cuando, finalmente, ocuparon sus respectivos puestos
los delegados, el segundo interés, ¿o sería el tercero?, habíase esfumado definitivamente.
Fue precisamente entonces, cuando al fotógrafo se le ocurrió incluirme en el
objetivo de su máquina. No fue justo, esa imagen no me corresponde nada más que
para esa última parte.
En fin, quedemos en que estuve por ahí, dentro de un
grupo interesante, más o menos en el centro, inclinado según se mire, a la
derecha o a la izquierda. Que quien valore, se percate.